Que algo como el agua genere una música tan sonora, me parece un milagro.
Por favor, escucha bien el video, que vale la pena.
Algo que envidio y no tengo, algo básico que evolucionó con el hombre y que yo perdí en algún lugar extraño, algo que me gustaría tener y no tengo: la música, elemento consustancial a cualquier cultura humana y que, por desgracia, no forma parte de mi vida.
El otro día escuche, en el documental Planeta Humano, a unos niños utilizando un riachuelo para hacer percusión y el resultado era increíble. Es lo mismo que puede escucharse en el video que encabeza la entrada. ¿Que necesidad básica nos impulsa a hacer música? ¿Que nos aporta y que nos ofrece? No puedo contestar desde la vivencia propia, pero debe ser algo enorme que aquellos afortunados que lo disfrutan, no están dispuestos a abandonar.
Tengo amigos que no entienden la vida sin música, mientras que yo puedo estar semanas sin escuchar música o, en caso de que coja el coche para algo, dejando que suene en el fondo sin que trascienda planos o me alcance de una manera concreta. Para mucha gente, eso es algo impensable y sin embargo, para mi es normal salvo en una época excepcional. Hubo una temporada en la que una amiga me suministraba música clásica –es medio melómana – y yo le daba dinero para que ella seleccionara temas para gente “por educar”.
La cosa funcionaba bien y por las noches, cuando nos íbamos a la cama a leer, la música quedaba puesta de fondo mientras nos dormíamos y tengo que reconocer que hubo momentos gloriosos. Luego se pasó la cosa, vinieron otros habitantes a la casa y la moda se pasó, pero queda el recuerdo.
Contaba un tío mío que vivió años en África que la noche trae estrellas y música a todo el continente; que de noche se encienden las hogueras, suena la música en todas las poblaciones y África baila. Ellos saben y disfrutan algo que yo he perdido o nunca tuve. Suerte para aquellos que viven la música.
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