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viernes, 29 de julio de 2011

Ni un inculpado en las listas, ni un voto para su partido

¿Alguien se puede imaginar a Arias Navarro,
que fué ministro del interior,
informando de los resultados electorales de la jornada del 20 N?
Asumiendo el compromiso adquirido por este blog para orientar la mayoría de los comentarios según el transcurrir de la realidad social, no puedo escaquearme y tengo que hablar del adelanto electoral. Lo primero, la fecha: ¿joder, es que no había otra? Lo más seguro, por lo visto en otras citas, es que no, pero la verdad: por mucho que sea una cierta ironía acabar celebrando la muerte del dictador con la mayor fiesta de la democracia, hubiera preferido otra. El 20 N, para aquellos que lo vivimos, celebramos y temimos, todo a la vez, ya tiene bastante con lo que tiene; no hace falta añadirle más nada.
Dicho esto, nos ponemos en la línea de salida para ver el galope de los caballos camino de la recompensa. Primera curiosidad: por primera vez, parece que va a ganar un cabeza de lista peor valorado que el segundo. Lo que a uno le encumbra al otro le hunde: sus propios partidos. El PP se presenta como lo único y el PSOE se arrastra abrumado por la crisis, la falta de conexión con la realidad y un conformismo que su electorado no le perdona. ¿Donde irán los votos de tantos decepcionados? Misterio, que no está Izquierda Unida para muchos trotes.
Otrosí: el centro perdido. Es gracioso que España no tenga partidos de centro aunque los dos mayoritarios se empeñen en ocupar ese espacio de la arena política, por mucho que uno pertenezca a los populares europeos –de derechas ellos - y el otro al ala izquierda de la Eurocámara, claramente socialdemócrata . Tampoco tiene ningún partido que se reconozca como habitante de la derecha y mucho menos de la ultraderecha. Así pues, el PP se presenta ante el electorado como un partido de centro, pilotado por ese engendro de FAES y asumiendo, de forma natural, el apoyo de los ultras. ¡España es diferente, como siempre!
¿Y los del 15 M? Pues ya saben lo que les toca: articular un modelo que alguien les firme con sangre para llevarlo a cabo o seguir en el limbo de la utopía. En cuanto a mí, se que no puedo aspirar a que ganen los míos, sean cuales sean y estén donde estén, pero si me gustaría que hubiera un juramento de sangre que nos afectara a todos, votantes y votados: por favor, ni un candidato inculpado ni un voto para el partido que lo presente. Con eso, cantito en los dientes.
Otro día hablaré del curioso experimento sociológico que se está produciendo en este blog y de mi agradecimiento a todos aquellos que os habéis apuntado como seguidores, aquí y en Twitter, en estos dos últimos días. Al maestro Forges, como siempre: todas las gracias del mundo y que siga tan genial como siempre, que es un lujo.

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