Gente que sabe muy bien lo que es el deporte ha colaborado en este corto.
Enhoarbuena a todos ellos y a todos, ayudar a difundirlo.
Hace mucha falta.
España vive un momento incomprensible de éxitos deportivos impensable cuando yo era adolescente. Desde 973, año de plata del baloncesto español hasta ahora, formamos parte de la élite de todos los deportes de equipo salvo el rugby y además, los éxitos en deportes individuales se han disparado, DE los Santana, Nieto o Ballesteros hemos pasado a enumerar un rosario de campeones del mundo en infinidad de especialidades muchas de ellas absolutamente desconocidas.
Parecería lógico que ese éxito en la práctica hubiera consolidado una sociedad conocedora de las reglas del deporte, del valor de los éxitos y del inmenso valor del esfuerzo que no obtiene el éxito, de la enorme dificultad de llegar, no sólo al triunfo, sino a la élite, pero desgraciadamente, nada más lejos de la realidad.
Mientras que nuestros deportistas son ejemplares, la prensa deportiva es deleznable y sólo entiende de ensalzar al ganador y masacrar al segundo; como si el deporte consistiera, exclusivamente, en ganar. Necesitamos una educación social que permita entender los valores de hacer deporte; una sociedad que no sólo mire a la cima sino que aplauda la práctica honesta y entregada de aquellos que –ellos sí –saben que su papel en el contexto general no es relevante pero que es una pieza fundamental en su formación como ser humano.
Me cuentan mis amigos más involucrados, que la exigencia y la presión de los padres sobre los deportistas es tan alta y tan aberrante, que terminan por eliminar cualquier deseo del adolescente por practicar el deporte. El corto que encabeza esta entrada –de visionado obligatorio – resume perfectamente esta situación: los padres presionando para que el hijo protagonice los éxitos que ellos no lograron y, por supuesto, ganen muchísimo dinero.
La prensa necesita que ganen para vender más, ejemplares o publicidad, así que el segundo no vale. Este país ha visto, sin avergonzarse, cómo el Marca titulaba “Sólo plata” cuando una selección quedaba segunda en un campeonato de Europa. Hacer eso supone desconocer absolutamente todo sobre lo que de verdad es el deporte; hacer eso es negar todos los valores que esa, y otros muchos equipos, han cuidado, mantenido y aceptado para llegar hasta ese puesto.
Deslumbrados por la fama, el dinero y el prestigio social de los deportistas de élite, los padres fuerzan voluntades y llegan a destrozar organismos adolescentes incapaces de asumir la carga de trabajo físico a la que se ven sometidos, pero nadie protesta ni da la voz de alarma. Si alguien se entera de que un padre pone a su hijo de 11 años a estudiar astrofísica, o a preparar notarías, tres horas diarias, enseguida diría que es un tirano, pero si se trata de fútbol o baloncesto; o lo que es más duro, de ir a 130 en una moto jugándose la vida o la silla de ruedas, nadie dice nada.
España necesita valorar el deporte como un soporte más de la formación integral del ser humano; necesita ver y valorar ese componente ajeno al puesto alcanzado como una meta en si misma y los medios de comunicación deberían atender a su propio negocio creando una cultura que les hiciera menos dependientes del oro. Ellos deberían ser los primeros en prepararse para una futura normalidad en la que los primeros puestos, los oros, las finales y el simple acceso a la élite de la competición, serán mucho más escasos. Si, como hasta ahora, solo miran hacia arriba, su negocio seguirá dependiendo de factores que ellos no controlan y de masas que no estarán educadas para disfrutar de la competición en sus justos términos. En cuanto a los padres, que alguien se acuerde de educarlos y si no los puede educar, que directamente les prohíba el acceso a los campos donde sus hijos, hoy, sufren la vergüenza de sus comportamientos deleznables.
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