La oficina de comunicación de Presidencia de Gobierno se ha marcado una pifia de calibre considerable gracias a una de la herramientas informáticas más usadas y a la vez, mas peligrosas: copiar y pegar. Esta función, de fonética cercana a copiar y cagar, empieza a ser responsable de un buen número de problemas para políticos y profesionales.
Zurrarle la badana a Rajoy por esta pifia es demasiado sencillo y demasiado oportunista, de manera que podemos pasar del hecho a la categoría y recordar ciertas reglas que nuestros gestores olvidan con demasiada frecuencia.
La primera es que a las aplicaciones sociales las carga el diablo. Si alguien participa en ellas DEBE controlar y vigilar TODO lo que se escribe en su nombre. No vale decir que “mi cuenta de Twitter” la lleva el becario. Si se tiene una cuenta abierta, la responsabilidad es del titular, no hay más que hablar.
Los mensajes de carácter más personal se leen y se controlan, se dan las indicaciones precisas sobre el contenido deseado y se revisan. Si o si. Los muy personales, se escriben personalmente, único punto medianamente reprochable a Rajoy en este asunto: si quería cercanía, afectividad y demás enganches personales, debería haberse implicado más y, por supuesto, leer el documento final.
Está pasando con demasiada frecuencia y no me creo que nuestros políticos no tengan asesores a los que hacer caso para evitar ser famosos por el récord de puntos en Bubbles y demás hazañas en horas de trabajo.
Recuerden: una cosa es cortar y pegar y otra, muy distinta, cortar y cagar. Al loro.
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