En un cuento de Rudyard Kipling el tigre pierde su color original –puro dorado – por la acción de las plantas que le rayan los flancos para hacer reconocible al autor del crimen. Hoy, las rayas de cada quien le son tatuadas por los papeles de los registros contables que dejan la huella indeleble de su inmoralidad.
Bárcenas dejó los pasillos de Génova llenos de plantas y de papeles “marcadores”, de manera que los que participaron en su ignominiosa trama aparecerán marcados y tatuados con las cifras que compraron su vida y su futuro. El PP ha iniciado una lenta sangría cuyo barbero es consciente de los tiempos y quiere que la hemorragia sea lenta, calculada y larga, muy larga. Con él, con las rayas de ese papel “pijama” de su contabilidad irán desfilando los tatuados ante la cínica sonrisa de Cospedal.
La corrupción es antigua y siempre ha tenido unas normas estables; la primera de ellas dice que el comprado, comprado queda y su vergüenza radica en negar la compra. Los romanos lo sabían y el deshonor radicaba en no hacer frente al compromiso que se había vendido. Hoy los vendedores niegan hasta el final, justo hasta que quedan desnudos ante los tribunales y la justicia desvela las rayas en su conducta.
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