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domingo, 9 de enero de 2011

La bendición de los duendes

Amanecer sobre el mar de nubes que oculta un Madrid lejano y dormido.

Es curioso observar que los acontecimientos se producen, a veces, como siguiendo un plan desconocido previamente y que solo se revela a la luz de los acontecimientos. Ayer hablaba del año internacional del bosque y hoy, en medio de ese paseo de los domingos que me llena los pulmones de naturaleza, los duendes del bosque, los espíritus vivos de la naturaleza generosa, se han dejado ver en forma de dos corzos acróbatas entre las peñas altivas de la ladera norte del pico de Abantos.
Son estos riscos un lugar mágico y montaraz con el que me siento unido en el recuerdo de mi primera experiencia con los Scouts, un campamento en los frescos días de una lejana Semana Santa en la que me dejé recordar muchas cosas que habitaban, sin yo saberlo, en mi interior. Me dejé sorprender por el espectáculo de unos riscos elevados a los que desafiar con mis cortos pasos; por unos pinos inmensos que olían como yo nunca había podido imaginar, por una vida que nos salía al paso o que nos miraba desde lo alto sostenida por sus alas. Fue una semana magnífica de la que recuerdo, con una nitidez ajena al tiempo pasado, la imagen de un solitario pino nocturno vista a través del respiradero de una tienda de campaña. Tardé casi cuarenta años en localizar, de nuevo, aquel pino centinela que todavía, hoy, sigue vigilando los pasos de tantos niños que se acercan al paraje. Hoy la zona está más “civilizada” y los niños tienen instalaciones más convencionales que una tienda, pero el paisaje sigue enseñando su grandeza sin inmutarse por el cambio de las modas humanas.

Los riscos de granito sobre los que salta el corzo y mis recuerdos, duermen.
Hablaba con mi acompañante de lo importante que es mantener el sentimiento de utilidad del bosque; de lo peligroso que es que el bosque pierda su conexión con aquellos que obtienen ganancias de su cuidado y conservación. La imagen ecologista de los bosques intactos y ajenos a la mano y sustento del hombre se ha demostrado peligrosa y estéril. Tan estéril que hoy podemos comprobar que aquellos parajes sujetos a una cuidada explotación rentable, mantienen unos ecosistemas casi “sanos” por completo. Balsaín puede mostrarse orgulloso de una explotación maderera muy adecuada, sostenible y rentable de la que sentirse orgulloso; al igual que la vertiente norte de Abantos muestra una sensata explotación ganadera y maderera que mantiene un ecosistema aceptable. Falta dar el último paso y conseguir que el lobo vuelva a señorear sus riscos, pero si hay cabeza y sensatez, hay dinero y recursos para conseguirlo; aunque haya que pagar algunas cabezas de ganado que hoy medran sin temor de sus olvidados aullidos.
Este es un tema delicado que no se puede abordar con aquellos planteamientos del ecologismo de salón que intentaban convencer al apicultor de las bondades de convivir con el “hermano oso”. Ese error nos ha costado años de separación y de pérdida de eficacia. Lo que hay que hacer es manejar dinero con agilidad, buen criterio y conforme a la proporción de los daños causados por esos animales cuya proximidad con el hombre trae, invariablemente, muchos problemas y disgustos.
Me encanta el paisaje de esa zona de Peguerinos y adoro sus riscos, pinos, regatos –hoy el campo estaba rebosando agua por todos lados – y me encantaría oír, algún día, el aullido de los lobos en sus pinares, pero entiendo que hay que dar tiempo al tiempo. De momento, me conformo con haber tenido el privilegio de ver a los duendes de ese bosque trepar por los mismos riscos en los que, un día, tanto me esforcé para crecer.

1 comentario:

  1. No he pateado como tú los mismos parajes que tan bin describes, sólo un poco y me bastan para llenar mis recuerdos de las mismassensaciones.
    Sin embargo, conozco rincones asombrosos de Sierra Guara y he recorrido senderos y laderas de bastante riesgo que me dejaron visiones áeslumbrantes de belleza agreste y frondosa, aspera y luminosa. Tenemos la suerte de poder disfrutar de paisajes cambiantes y todos preciosos de los que apenas conocemos algo.
    a.m.

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