Rompiendo el frío del invierno aparece la flor del almendro.
Allí donde el terreno se oscurece y se hace duro, tan duro que el agua se convierte en un lejano recuerdo; en los bancales centenarios peleados a la montaña y a la piedra; allí donde en invierno es imposible recordar el calor del verano y el mes de Julio quema los hielos alojados en el alma del cielo, reina el tranquilo, sencillo y optimista almendro.
Cuando el cuerpo añora el calor y el suave aire templado de las tardes de Junio; el cielo estrellado y caliente de Julio o el alivio de las tormentas de Agosto, en el temprano Febrero, los almendros abren sus flores para recordarnos que el invierno pasará y que su optimista floración confía en ello.
Todos hablan del almendro como un árbol que no es capaz de aprenderse el calendario y al que todos los años las heladas le roban las flores y la vida, pero nadie quiere conocer el secreto que encierra su empecinado mensaje de esperanza y optimismo. El almendro nos hace llegar el mensaje de que la naturaleza quiere la vida y que el invierno no es más que un descanso necesario; que volverán los días de sol y golondrinas para llenarnos los ojos de luz, de calor y sal del mar, que debemos mantener los sueños y la vida llegará para traerlos junto a nosotros.
La naturaleza es cruel con sus criaturas y a este almendro mensajero le exige, de año en año, el enorme sacrificio de la esterilidad, pero también le recompensa con el breve reinado de sus flores sobre la rastrera niebla de los montes labrados; con la sosegada mirada del viajero que busca entre el invierno la promesa del buen tiempo. La flor del almendro rompe el frío y llena el invierno de nostalgia y de recuerdos que nada tienen que ver con los heladores cierzos o los hielos de Soria.
Estos días, cuando nuestro cuerpo quiere recordar el sol, la flor del almendro se abre, temprana, buscando sus caricias. Luego vendrán más: llegarán los cerezos con su marea blanca y su esplendorosa pujanza, los manzanos, más tímidos y serios como corresponde al norte y otros muchos mostrarán sus flores, pero el almendro habrá dejado, antes y el primero, la promesa de una vida renacida. Que sus flores no se hielen en vano.
ela que leí en i adolescencia
ResponderEliminarEl tírulo de una de las primeras novelas románticas que leí en mi adolescencia era "Cuando florezcn los almendros" y todos los años, al descubro la primera flor de uno de esos raqíticos y añosos árboles de un jardín muy querido sinto una sensación inconfundible de alegría y de temor a que una súbita helada se la lleve. Pero sé que saldrán más flores y volveremos a comer los tiernos frutos de todos los veranos.
a.m.