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domingo, 20 de marzo de 2011

El vuelo de las grullas de papel: Yo quiero ser japonés

Las grullas de papel como símbolo d ela generosidad de un pueblo ejemplar.

Me entero, viendo la TV, que en Japón se han formado grupos de recaudadores voluntarios que piden dinero para ayudar. Piden dinero para comprar comida, ropa, lo que sea necesario para otros japoneses que se han quedado sin nada. No recuerdo el nombre con el que ellos denominan a esta acción, pero la traducción “espíritu nipón”, significa, más o menos, gente que ayuda a la gente. En Madrid, en plena Puerta del Sol, también hay japoneses que, abandonando su habitual silencio, comedimiento y corrección, piden a gritos ayuda para sus compatriotas. A cada uno que entrega dinero, le dan una grulla de papel de la que cuentan un origen hermoso: con las secuelas de Hirosima, una niña, enferma de cáncer producido por las radiaciones, pensó que haciendo mil grullas de papel se curaría. Murió, pero su ejemplo de de esfuerzo y de trabajo para un sueño, ha calado en la sociedad y cambian los donativos para entregar conseguir miles de grullas. Cada mil grullas, un deseo cumplido. Pero ¿de donde salen las grullas? Todos los alumnos y padres del colegio japonés de Madrid, trabajan a destajo haciendo esas grullas para que no falten nunca.
Japón está dejando al mundo boquiabierto. Conocíamos su disciplina, su educada corrección contenida, pero lo que nos están demostrando nos coloca a todos a la altura del betún. No hay ni un disturbio, ni una pelea, ni una riña: cada individuo aspira al bien colectivo y se mire donde se mire, el individuo piensa en el grupo.
Las grullas de papel volarán y con ellas se llevarán al paraíso sintoísta el esfuerzo y el ejemplo de esos obreros, todos mayores de sesenta años, que permanecen trabajando de forma voluntaria en la central de Fukushima. Saben que todos los que se queden peleando con los reactores van a morir y están seguros de ello, de manera que han expulsado a los jóvenes, a los que deben reconstruir el país y seguir el espíritu de un país que se sabe tan grande como el valor, la disciplina y el enorme valor de sus ciudadanos.
Hay que destacar que no sólo cuidan de si mismos y no se olvidan de nadie: es que cuidan hasta de los animales domésticos y las redes de recogida, adopción y cuidado funcionan desde el minuto uno.
Si ser japonés es ser lo que yo veo en estos días, no tengo la menor duda sobre lo que quiero ser de mayor: yo quiero ser japonés.
Eso si: que nadie se olvide de la vergüenza de las líneas aéreas que han multiplicado sus tarifas por siete para aprovechar la demanda de salida; de los especuladores que han intentado hacer negocio sobre el sufrimiento de este pueblo. Como siempre, el ser humano muestra su enorme capacidad para lo bueno y para lo malo.

1 comentario:

  1. Tal vez en algún momento pudimos pensar que la disciplina de los japoneses era impuesta y obedecía a normas de educación de obligado cumplimiento, tanto por la sociedad como por el Estado. Ahora vemos que nace de un interior solidario y voluntario al que nadie ni nada ouede obligar. Un verdadero ejemplo a seguir.
    a.m.

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