Algunos hoteles recuerdan los días en los que fueron destino.
Hoy, apenas algunos añoramos sus ritos y la tranquila cadencia de sus horas.
Los hoteles guardan, celosos, tiempo y recuerdos de las almas que pasearon soledades por sus alfombras y salones. En los hoteles podemos encontrarnos con vidas que esperan, junto a esa planta del rincón, ser rescatadas y vividas de nuevo.
En las camas de los hoteles se acumulan sueños que intentan ser soñados por otros sueños; peligrosos esos sueños que creemos nuestros y nuevos y, sin embargo, fueron soñados hace años y cayeron en la almohada al despertar su creador. Desde entonces, agazapados, han esperado al oportunidad de reinventarse y eso sólo es posible si, en la noche, nos asaltan para pillarnos desprevenidos y confiados a la bondad de nuestros propios sueños.
También los hoteles gustan de recordar otros tiempos, aquellos en los que no se respiraba con esa prisa angustiada que contagian los viajeros de hoy. Los hoteles se acuerdan de otros pasos tranquilos sobre caminos largos y placenteros; se acuerdan, los hoteles, de cuando ellos eran el soñado destino de los que querían encomendar sus días al experto cuidado de sus ritos y ceremonias.
Los hoteles saben de amores y de traiciones; de pasiones agotadas sobre la tela de sus butacas y el rebozo de sus camas; camas robadas a la vigilancia de otro amor. También saben de amores ilusionados, de felicidad compartida y noches blancas consagradas a Venus; pero esos recuerdos se fueron con sus dueños para ser recordados una y otra vez. Egoísta el amor que no se deja olvidar.
En los hoteles se acumulan mundos perdidos sobre otros mundos olvidados, pero el viajero de hoy no tiene tiempo para vivir otras vidas que no sean las de los otros, esos otros que gobiernan su vida; nuestras vidas. El viajero de hoy ni siquiera sabe que sueña los sueños que sueña fueron soñados por otros.
El viajero de hoy no deja nada en el hotel que pueda ser revivido en la experiencia de futuros viajeros. El viajero de hoy viaja su viaje tan vacío que no puede olvidar nada en el hotel.
Los hoteles son mundos reducidos poblados de personas variopintas Cada habitación guarda en sus paredes, en sus camas y en sus alfombras llantos, risas, emociones y desilusiones que nunca volverán.
ResponderEliminarTodos conservamos algún recuerdo especial vivido en un hotel que tal vez ya no exoste más que en nuestro recuerdo.
a.m.