La más grande y en el programa de Lauren Postigo:
no cabe más España en menos espacio.
Lo reconozco: siento debilidad por las letras de las coplas populares; me devano los sesos pensando en lo que el autor quería decir con sus versos; me asombra el encendido machismo que promueven y algún día, verso a verso, con paciencia, escribiré ese libro que tengo en la cabeza y que aspira a reconocer a España a través de sus coplas.
Y la España de las coplas es dura, rasgada, sangrienta, pasional, antigua, falsa, generosa y llena de tópicos que, seguro, fueron el modelo de conducta para una gran parte de la población. Hay situaciones gloriosas:
Que se me paren los pulsos
si te dejo de queré,
que las campanas me doblen
si te farto arguna ve.
Si te “farto”, es decir: si abandono el secundario emplazamiento en el que me has colocado a mí, una vulgar mujer. ¿Durillo, no? Pues la cosa no ha hecho más que empezar:
Vives con unas y otras
y na se te importa de mi soledá;
sabes que tienes un hijo
y ni el apellido le vienes a da.
El eterno macho puede hacer lo que le venga en gana, que ella, la sumisa mujer paciente y resignada, no tiene nada que decir. Ni qué hacer en el juzgado de guardia, que eso ni se imagina, ¡por dios!
Las letras no engañan a nadie y, según Rafael de León, uno de los grandes del género, escribe en “Tu eres mi marío”, ella, una vez firmado el matrimonio, se sabe en un lugar intocable:
Ni le pasas una renta,
ni es tu amó, ni lo será.
Ni mereses un castigo
porque hablando tú conmigo
te equivoques y me suertes
otro nombre de mujé...
Y si alguien duda, cuando se suma el secundario papel de la mujer con una clase social diferente, ya la tenemos más que liada. En la canción de Almudena, humilde violetera de la Plaza de Oriente, el coro aconseja:
No lo esperes, Almudena,
porque nunca ha de venir,
que él es duque y tú una pobre
violetera de Madrid.
Que el Duque le haya puesto piso y hecho un hijo, no cuenta demasiado, que para eso las cosas son como son: él, un duque. Ella, una pobre violetera. No hay que dar más explicaciones, digo yo.Y no es que la mujer tuviera que hacer mucho para quedar marcada, no, que con hablar con el incorrecto, la había liado. Si no, que le pregunten a la Zarzamora – clásico entre los clásicos – que queda marcada de por vida:
Le habló primero a un tratante, y olé,
y luego fue de un marqué
que la llenó de brillantes, y olé,
de la cabeza a los pié
Le habló primero...vamos, que la había cagado.
¿Y ellos? También sufren y en Tatuaje, una de las consagradas, se confiesa:
Ella me quiso, y me ha olvidado,
en cambio, yo no la olvidé,
y para siempre voy marcado
con este nombre de mujer.
Pero lo suyo es distinto y ella siempre tiene que caer más bajo todavía:
Y voy sangrando lentamente,
de mostrador en mostrador,
ante una copa de aguardiente
donde se ahoga mi dolor
O sea: él mantiene el misterio de un amor desgarrado y seduce con su historia. Ella acaba alcoholizada y arrastrada por los bares de todos los puertos generando asco y rechazo.
Joder, si es que no les conceden una.Seguiremos...pero no os perdais el video de cierre. No soy el único que se ha quedado colgado con la cosa:
Además de las coplas mira y rebusca en las letras de los boleros, ya verás como son también desgarradoras historias de amor.
ResponderEliminarUn abrazo
Realmente ya no canta nadie en las casas. La verbena que se montaba todos los días en los patios de las casas era muy divertida. De ventana a verntana se contaban historias de amores y desamores entre coplas de pasiones desgarradoeras. En ellas solían salir siempre soldados o marineros que abandonaban a su chica.
ResponderEliminar!Que tiempos...!
a.m.
Debe ser la edad, pero reconozco que cuando escucho a Serrat vibro por dentro... y eso que no me gusta la copla. Pero me sorprende tu imaginación y constancia encontrando temas tan diferentes cada día. Eres la pera!
ResponderEliminarRecuerdos de un lector asiduo de Madrid que cuando viaja en coche a Barcelona también te lee.