Menos mal que los maestros siguen enseñando.
Parece que las dormidas conciencias patrias ya no se sienten incómodas pensando en esta guerra, en la guerra que los perros de los amos han iniciado contra Gadafi. Como siempre, esta, y todas las guerras, harán sufrir a aquellos que nada tienen que ver con los intereses políticos o económicos de los que mandan. Para desalojar a Gadafi del poder, los muertos serán necesarios miles de muertos cuya culpa, imperdonable, es haber nacido en Libia.
Esta guerra, que es tan rechazable en su naturaleza como cualquier otra, ha sido bendecida y aprobada por la ONU, como en su día fueron bendecidas las animaladas de los cruzados o contaron con los apoyos divinos de uno y otro bando las guerras religiosas libradas en Europa, lo cual no cambia en nada su perversidad. Esa bendición no cambia, en nada, su perversidad, su naturaleza horrorosa.
La guerra es la prueba del fracaso del hombre como especie, es la negación de su capacidad para convivir y para incrementar su cultura moral. La guerra es destrucción y siempre es injusta para la población civil que, además de tener que sufrir a un tirano impuesto o consentido, debe padecer los efectos perversos de una guerra desatada por los mismos que ates consintieron.
Las últimas intervenciones han sido, sin excepción, para desalojar del poder a títeres consentidos que se salieron del cauce establecido por los amos. Dijimos no a la guerra de Irak y hay que decir no a esta guerra, a esta intervención militar montada de forma tardía, hipócrita y cobarde; una guerra bajo fórmula antigua: “Ni quito ni pongo rey, pero ayudo a mi señor”. No derrocamos a Gadafi, pero apoyamos a los rebeldes y atacamos al tirano: su derrocamiento será cuestión del triunfo popular.
Seguimos dando mucho asco y encima, asco silencioso. NO A LA GUERRA.
No aoyaré jamás ninguna GUERRA. La guerra es murte, destrucción, desolación y pobreza para los más, a.m.siempre.
ResponderEliminarComo siempre NO A LA GUERRA.
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