¿Es la obra creada el pálido reflejo de aquello que quisimos crear?
Habita el arte la misma caverna pensada por Paltón para la realidad toda?
Según mi amigo Kike - a cada cual lo suyo - Margarita Yourcelar pone, en boca de uno de los personajes de Memorias de Adriano, “El verdadero fuego es la vida,la literatura tán solo recoge sus cenizas”. Bonita metáfora para ser tratada en la comida de los lunes, momento en el que se repasan los temas más dispares. ¿Que queda del impulso vital que anima la creación una vez que ésta queda plasmada? Como en la visión de Paltón, apenas una sombra que se desliza en la pared de la oscura caverna, un remedo suave de aquello que motivó en el hombre la disposición a crear.
Obra, pensamiento, ceniza y fuego como elementos originarios y recuerdos de aquello que debieron ser, pero geniales, a veces. Si pensamos en que la frase es cierta, imaginemos la altura original de obras que han hecho grande al hombre; de obras que nos han hecho sentir pequeños en nuestra pretendida destreza; obras geniales creadas, a veces, por seres despreciables por su vida pública, por sus actos fuera de la creación y por el desarrollo de su vida personal.
Curioso eso de la naturaleza del creador, la obra y la vida; como si la propia obra eligiera a su creador con independencia de lo abominable que éste pudiera ser fuera de la inmensa tarea encomendada. En este mismo blog escribía sobre la conveniencia de que el escritor fuera desconocido y no un personaje capaz de generar filias o fobias por otra cosa que sus escritos; pero las propias obras desprecian esa máxima: ellas eligen, como un parásito inmensamente diestro y habilidoso, la mano de aquél que les dará la libertad de ser admiradas.
¿Qué anima la creación? ¿Es posible que la creación misma elija al autor para ser creada? Preguntas sin respuesta que quedan el aire esperando a ser contestadas, algún día, por aquél que pueda rebelarse contra el tirano y renunciar a crear aquello que le ordena ser creado: el que sea verdaderamente libre de matar o de crear; de servir o renunciar a servir: el libre contestará. Los esclavos nos entregamos a la tarea de contar aquello que quiere ser contado, obedientes al impulso que pone en marcha la solitaria tarea de contarnos, a nosotros mismos, las mismas cosa de siempre.
La creación es, por sí sola, obra pasiva y activa. Todos llevamos dentro el impulso de crear. No importa qué; nuestra mente trabaja noche y día y en el ciclo de nuestra vida vamos dejandopequeños destellos de esa obra interminable.
ResponderEliminara.m.