No parece que esta sea la mejor forma de reivindicar una sociedad más laica e independiente de la religión.
En los últimos días, un par de semanas más o menos, se han producido uno hechos aislados contra la religión que creo que han conseguido un escándalo contraproducente para la causa del laicismo. Entrar medio en bolas y bebidos en una capilla de la Complutense o convocar una procesión atea –tan absurda como la procesión católica- me parece ofensivo para muchos, inútil para la consolidación de unos objetivos políticos necesarios y confuso a la hora de separar, definir y matizar.
No hace falta volver a definir mi postura al respecto: como ateo convencido creo que lo religioso, y todo lo que lo religioso conlleva, debe restringirse al ámbito de lo privado y desaparecer tanto del espacio público como de la posición mental con la que se le favorece de manera injusta, absurda y contraproducente para el avance de la sociedad, la ciencia y la humanidad.
La religión y todo lo que ella arrastra de superstición, miedo, desconocimiento e imposición, pierde terreno ante la ciencia, ante la evolución natural de las sociedades bien estructuradas y ese camino debe ser trazado con calma, sin ofender a nadie, sin imponer obligaciones excepto las derivadas de la libertad de ejercer las opciones particulares son coacciones. La religión implica todo lo contrario y esa es su debilidad, su talón de Aquiles: sin imposición y sin coacción, la religión se diluye mansamente en el olvido y ese será su destino final, por mucho que todavía nos queden siglos para verlo.
El Dalai Lama ha dado un importante paso al separar lo político de lo religioso abandonado la práctica de un sistema teocrático injusto, antiguo e ineficaz, pero el Dalai Lama es un agente muy pequeño, testimonial si acaso, dentro de una partida de gigantes. A día de hoy el peligro de verdad lo encarna el Islam y su concepción tiránica y violenta del hecho religioso y sus opositores frontales, los fascistas americanos que meten a Dios en el origen de todas bárbaras acciones que intentan poner en marcha.
Por otra parte, estos elementos han elegido un enemigo sencillo y asequible que apenas se defiende, por mucho que algunos armen el escándalo. Europa tiene un problema con la religión y ese problema se nos ha colado debajo de la camisa de nuestro tranquilo y civilizado debate: el Islam. Ese es el enemigo que no entiende otra postura más que la suya; ese es el que ante la crítica se defiende matando y lanzando a sus fanáticos en forma de “fatuas” demenciales. Nuestra defensa de lo laico debe mirar hacia ese lado, que el lado de lo católico sabe que su retroceso está asegurado. Intenta mantener privilegios en España, Italia, Polonia y poco más, pero sabe que Austria, Alemania y otros países considerados bastiones de su moral y de sus privilegios políticos encabezan la fuga.
Nunca la mala educación ha servido para nada y en este caso, debe servir todavía menos, así que si esos groseros quieren elegir bien un objetivo y vivir emociones fuertes, les aconsejo que intenten que, en la próxima fiesta del cordero, los musulmanes españoles lleven los animales que quieran sacrificar a los mataderos municipales. Si nosotros tenemos que hacerlo con los cerdos el día dela matanza para mantener el nivel sanitario, que también ellos se adapten a esa legislación. ¿A que sería divertido sentarse y ver los fuegos artificiales?
Pues eso, que una cosa es la ideología y otra, mear fuera del tiesto.
Alabo tu tono respetuoso al tratar una cuestión en la que sabes no estoy a.m.completamente de acuedo contigo.
ResponderEliminara.m.