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sábado, 26 de marzo de 2011

El Regalo de Pandora

Baphonet se deja convocar por otro moderno signo compuesto, también, por cinco signos: E=mc2

Prometeo robó el fuego para los hombres y Zeus, enojado, creó a Pandora para que sembrara el mundo con ponzoñosos dones. Prometeo había entregado al hombre una tecnología que les permitía calentar el invierno y cocinar los alimentos y alejar a las bestias sin matarlas. Los dones de Pandora encerraban secretos que los convertían en dañinos.
El hombre parece haber olvidado las enseñanzas de los mitos y busca los dones de Pandora sin recordar que, por cada beneficio, sus regalos maldicen al que los usa con un ciento por uno de calamidades y desgracias.
La humanidad, tras un largo camino de armonía con la naturaleza y con la esencia de la vida que es común a todos los seres de este mundo, se ha lanzado a una carrera de destrucción e inconsciencia que, pro primera vez, puede llegar a destruir, para siempre, esa vida que nos une con la madre tierra.
Somos señores de esos caballos de muerte que parecen obedecernos y sólo buscan hollar los campos con pisadas funestas sobre las que no crece nada: somos niños jugando con los poderes de dioses que no comprenden las consecuencias de sus actos.
El Siglo XX culminó el proceso nefasto iniciado en el XVIII con la revolución industrial y el Siglo XXI parece querer consagrar el sacrificio de la especie entregada al satánico rito de una tecnología que no controlamos.
Por primera vez somos capaces de destruirnos como especie, pero también por primera vez, la amenaza no es sólo para nosotros mismos: arrastraremos la vida conocida en nuestra caída y el mundo, tras nosotros, será distinto. El antropoceno perdurará en las extrañas criaturas que alumbrará nuestra hecatombe como especie: de la risa de Pandora se generarán extrañas formas de vida que deberán su existencia a nuestra absoluta imbecilidad y al reinado de nuestra soberbia. Los cinco signos de la sencilla fórmula de Einstein, como si de un moderno pentagrama satánico se tratara, han invocado la presencia de los demonios nucleares que el hombre ha liberado sobre el mundo.
Somos enanos elevados sobre el mundo a hombros de aquellos gigantes de la ciencia que nunca soñaron con que sus creaciones alumbraran la muerte. El juego de estos niños ya ha avisado varias veces de su peligro: Hiroshima, Nagasaki, Chernóbil, Mururoa y otra vez Japón, empiezan a definir un patrón de consecuencias que no queremos ver ni considerar en su totalidad. Seguimos ciegos ante el veneno de los regalos de Pandora y Zeus ya sabe que su castigo se acerca: olvidamos la sencillez del fuego robado por Prometeo y la aparente belleza de Pandora nos cegó. La tierra olvidará nuestro paso.

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