Los encargados de pintar de rosa una realidad que huele fatal.
No dejemos que esa mentira de las cifras del JMJ se convierta en verdad, por mucho que la repitan hasta la saciedad.
Nunca me han gustado demasiado los juegos en los que se compara el coste de algo con lo que ese coste aportaría para solucionar un problema. Normalmente son cosas que no tienen nada que ver, de manera que es fácil conservar la calma y no hacer juegos malabares, pero lo que nos están contando sobre los costes de organización y “rentabilidad” de las JMJ prevista para tan magno acontecimiento, justo cuando en Somalia pasa lo que está pasando, me obliga a levantar la mano y decirles que si se creen que somos gilipollas o que los pajaritos maman.
25 millones de euros (lo que dicen que va a ser coste puro, que el resto nos lo maquillan) son un pastizal, una cantidad de dinero que da para mucho y si le añadimos lo que se van a gastar los asistentes y organizadores, podemos asegurar que ese montonazo de euros colocaría a los hambrientos somalíes al borde de la apoplejía por atracón el resto de sus días. Dicen que se esperan 300.000 “peregrinos” y cada uno de ellos debería haber aflojado la mosca en forma de contribución “voluntaria” según las siguientes tarifas que hace públicas el site oficial de la organización (http://www.madrid11.com/inscribete) :
A ojo de buen cubero y contando enchufes, jetas profesionales que nunca pagan y faunas varias, podemos calcular una módica media de 50 pichurris por barba. Si añadimos otros 400 gastados en viajes, los ¿200.000? visitantes de pago (dicen que hay 400.000 inscritos) habrán gastado la nada despreciable cifra de 90 millones de euros para dejarse ver por Madrid. No nos olvidemos que a esos 90 hay que sumar los 25 oficiales: 115 millonazos de euros que destinados a comprar comida, dan para bastante. Veamos para cuanto y de que clase:
Y eso a precio de primer mundo y por kilito, que no hablamos de compras masivas. ¿Cuantos kilos de lo que sea se pueden comprar a una media de 0.27€? Pues si la hoja de cálculo no nos miente, salen 424.354.244 kilos de comida. Puesto en toneladas, son cuatrocientas veinticuatro mil trescientas cincuenta y cuatro toneladas de alimento. Vamos, la leche de granitos para hacer montones y jugar a las cocinitas. Podríamos hacer risas metiendo bolsas de pan de molde, litros de leche, cajas de quesitos o piruletas; pero no creo que la tragedia admita frivolidades, sinceramente.
Teniendo en cuenta que no hemos metido las enormes mentiras que damos por buenas, que tampoco contamos cervezas, bocatas, condones (que el cuerpo es débil) y un largo etcétera de enseres y gastos varios, podemos asegurar que la comida de los somalíes estaría solucionada por una larga temporada.
Para no hacer demagogia a palo seco: si el Vaticano decidiera dar marcha atrás y solicitar a sus seguidores que soltaran la pasta para un fin tan loable como de dar de comer al hambriento, habría que despejar el camino de la entrega y en eso, el mundo tendría que echarle una buena mano y con el puño cerrado, que la cosa reclama una dosis de violencia importante para echar a todos esos mamones que se dedican a secuestrar las ayudas internacionales para venderla y forrarse en riñón, siempre a costa del enorme sufrimiento que vemos en los medios de comunicación.
Los días esos de JMJ, hablando en plata, son un puro ejercicio de exhibición del ego de Benito XVI, un show de soberbia de los llamados príncipes de la Iglesia con su monarca a la cabeza y, sin duda ninguna, un arma de presión contra el gobierno surgido de las próximas elecciones y contra el Partido Popular, el deseado brazo ejecutor de tanta contrarreforma. Crece la lista de deberes del líder Rajoy, encargado de mantener y custodiar un concordato que pide a gritos ser denunciado, de no tocar el IVA y seguir dejando que las parroquias hagan mangas y capirotes con inmuebles y terrenos que reclaman por todo el morro y registra a su nombre ante el asombro de todos. A este paso, conseguirán que el indolente Rajoy no tenga más remedio que ponerse a trabajar. Con lo bien que vivía él en la tranquila oposición.