Si arrastré por este mundo
la vergüenza de haber sido
y el dolor de ya no ser.
Ayer intentaba explicar a una compañera de trabajo, muy joven y con poca experiencia española, el porqué hoy es fiesta en España y a partir de ese punto, se han agolpado pensamientos, historias, recuerdos y un montón de cosas que han acabado por recordar cosas muy parecidas a las que Gardel canta en el tango.
Más que una historia personal, la actualidad me lleva a considerar la dinámica de la vida pública y política y comparo la ilusión colectiva que vivimos al ver nacer una democracia de la que se esperaba todo. Como un calendario de primeras citas con la más guapa del lugar, las elecciones nos permitieron aprobar una constitución histórica y por primera vez, “de todos”. Vivimos las tensiones y los miedos al escuchar el ruido de sables que venía de los cuarteles y vimos la decadencia de un partido como UCD una vez cumplida la misión de iniciar el camino.
Hemos vivido muchas cosas y ahora nos sentimos cuesta abajo en la rodada; sentimos, como colectivo, que alguien debe rendir cuentas por haber dilapidado nuestra ilusión; muchos deberían tener que enfrentarse al colectivo juicio de una historia vergonzosa. El 28 de Octubre de 1982 el PSOE reunía un caudal de ambiciones colectivas y un pueblo entero – o casi entero –decidía olvidar el oscuro pasado y lanzarse a ver la vida en color y nunca más en blanco y negro.
Casi veinte años después, España parece cansada y apunto de tirar la toalla y eso no debemos permitirlo. Hay que exigir, ahora más que nunca, que la democracia funcione y que la clase política ejerza los cargos con responsabilidad y sabiendo que nos lo jugamos todo en estos próximos años. Nos jugamos una historia social que, por fin, compartimos con Europa; nos jugamos la vida de un enorme proyecto que muchos quieren torpedear anteponiendo los intereses de unos a los intereses de todos: hay que seguir pidiendo el máximo, hay que recordar las luchas de aquellos que pidieron lo imposible y que lograron lo que parecía un sueño. Hay que tomar ejemplo de la historia y recuperar el vigor de una lucha que muchos ya no quieren luchar.
Cada generación tiene su prueba de hombría, su enfrentamiento con el miedo, la destrucción y el caos y a la nuestra ha llegado por fin: hay que luchar, hay que exigir, hay que decir no, cada uno en su creencia, cada uno con su sueño, cada no con su propia moral y cada uno con las reglas que su ética le dicte, pero no podemos renunciar al sueño de ser mejores cada día: debemos exigirnos la excelencia, el compromiso, la vigilancia, la responsabilidad y la exigencia de cumplir como los buenos sin abandonar la pelea hasta el final.
Hemos perdido muchas ilusiones y muchas otras han pasado: sólo nos quedan aquellas que jamás debemos perder y si dejamos que nos las maten, seremos culpables de no haber transmitido a nuestros hijos la seguridad de que los sueños son posibles. Es muy posible que todo esto tenga que pasar su prueba de fuego y que la guerra llegue a nuestras cómodas vidas, pero llegue o no, nuestro esfuerzo por volver a ganar el futuro debe ser el mismo. Lo hicimos una vez y debemos creer que podemos hacerlo de nuevo.
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