Querían evitar lo obvio, pero todos lo sabíamos:
Ese día ya estaban muertos.
No puede haber vida debajo de esas capuchas.
Tenía que llegar y todos sabíamos que una organización no tiene futuro cuando sus dirigentes aparecen encapuchados de telas doradas compradas en el chino de la esquina. ETA estaba muerta cuando pervivía como caricatura de sí misma y perdida en una palabrería oscura en la que ya nadie, ni ellos mismos, podían seguir creyendo.
ETA se acaba porque la democracia le ha dado hasta en el cielo de la boca y los pocos descerebrados que quedan fuera de las cárceles no pueden sino seguir corriendo para que no les pillen también; que si tardan una semana más están todos en el trullo.
ETA se acaba y debería llegar un silencio de plomo sobre algunas cosas que todos sabemos que van a pasar - deben pasar -pero que es mejor no conocer. Como en los espectáculos de magia, será mejor creerse que lo que vemos es verdad y disfrutar sin pensar demasiado. No es una postura cínica: es práctica y me evita detalles escabrosos que imagino, pero que no conozco. Lo prefiero de largo, de verdad.
Si el que yo supiera todo devolviera vidas, lo querría saber. Si con mi información se mejorara algo, querría estar informado; pero estoy convencido de que el ruido traerá más problemas que soluciones. ETA y los etarras han sido derrotados por la Policía y por la razón y la ética. Ellos querrán escenificar otra cosa, pero todos sabemos que la victoria ha llegado. ¿De verdad queremos saber mucho más? Prefiero que nadie pierda un segundo a la hora de ponerse a trabajar por un futuro que va a costar mucho edificar: queda tanto tiempo aún para que lo normal impere en el País Vasco, tanto tiempo...
P.D. Hasta el lunes, que me marcho unos días.
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