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viernes, 15 de junio de 2012

El rastro de MAR

Miguel Angel Rodríguez dando ejemplo de buen hacer en los medios de comunicación.
Hay determinados personajes  que en la historia ocupan los lugares sombríos y acaban saliendo a  la luz no por lo que ellos creen que son sus logros, sino por los que otros creemos que son sus defectos. Ese podría ser el caso de Miguel Ángel Rodríguez, cuyo paso por la política deja un rastro tenue comparado con el de su protector y que sin embargo, cuando su trabajo se engarza con los intereses de empresas privadas, deja un rastro que no es demasiado recomendable aunque eso si: a muchos les ha hecho ganar mucho dinero.
Sus cometidos políticos relacionados con la comunicación le abrieron autopistas por las que derivar hacia las Agencias de Medios, lugar donde los dineros de los anunciantes se convierten en pienso para los hambrientos y escuálidos medios de comunicación ávidos de publicidad. Ni uno de ellos  osó entonces cuestionar lo adecuado de semejante tránsito, máxime si tenemos en cuenta que al lado de su nuevo despacho se acomodaba la suculenta cuenta de Telefónica, alimentadora de tantas bocas hambrientas y cuyo desdén podría pagarse con sangre. Como diletante en las tertulias se ha distinguido al perder varios contenciosos jurídicos, entre los que destaca el originado por el feroz, desmedido e injustificado ataque al Dr. Montes al que llamó nazi repetidas veces dando por cierto que se dedicaba a la práctica de la eutanasia en el hospital doce de octubre, acusación falsa como los tribunales demostraron más tarde.
Estos días, justo cuando el señor Rodríguez ha cambiado de compañía, los amores de las cuentas de organismos oficiales se orientan de nuevo al seguimiento de sus tránsitos y ya han encontrado acomodo las cuentas del ministerio de defensa, del Canal de Isabel II y como los gestores de Loterías  no se habían enterado de la nueva ubicación del personaje, no ha tenido más remedio que saltar a la palestra para atacar a un Grupo que osa inmiscuirse en el  público concurso.
Hay determinados personajes cuyo rastro deja un olor nauseabundo y putrefacto en la sociedad que no tiene mas remedio que soportarlos. Así se practica la ética que tanto se reclama para otros.

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