Votan, pero no cuentan. La sharía sigue matando muertas en vida
Por mucho que mi querida sobrina me jurara que todo el cambio ciudadano y todas las protestas que se realizaban en las calles de El Cairo nada tenían que ver con la religión, como me temía, al final se ha liado y los hermanos musulmanes se han apuntado a otro triunfo de los fieles y el Corán.
Lo siento, pero cada vez tengo más claro que le Islam tiene en su interior la semilla de la organización social junto con el componente religioso y que ambas plantas, al final, crecen juntas y la religión se percibe como la única regla por la que regirse tanto en el ámbito privado como en el público.
La cosa es lógica y como casi siempre tiene que ver los orígenes de las cosas y el Islam nació en el seno de una sociedad fragmentada y enfrentada en la que era fácil predicar un nuevo orden social amparado pro un nuevo credo. Esto fue imposible en el caso del cristianismo, que no sólo no pudo organizar la sociedad sino que se vio manejado y manipulado por ella en todo su mensaje; domesticado, si se quiere ser más cruel.
Hoy por hoy, y pasa en demasiados países, el Corán es pernicioso para la libertad, para el desarrollo democrático de las sociedades y consigue, de manera funesta y venenosa, que se levanten barreras de oposición basadas en el ejército y en la pérdida de las libertades civiles.
No hay una interpretación moderada ni abierta de la sharía, que nadie lo dude, así que los países se ven enfrentados a un dilema un poco enloquecido: o cerceno libertades o se implanta la ley coránica con más restricciones todavía. Vamos, que muerte segura pero con un poco de mandanga. Mala cosa y mal pronóstico, me temo.
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