¿Alguien creyó alguna vez que el oro de El Vaticano caía del cielo?
El que paga manda, que nadie lo dude.
El Vaticano anda como siempre, convulso, presa de conspiraciones, intereses, luchas fratricidas entre los distintos bandos de la curia y todo sazonado de dinero y poder: dinero mafioso en busca de las bendiciones que le permitan salir de paseo fuera de las cortas fronteras y manita de leches a ver quien se lleva al huerto a la palomita del próximo cónclave. Nada nuevo bajo el sol.
¿Diferencia? Que ahora, con la juerga de las tecnologías, se van sabiendo algunas cosas y la acumulación de papelotes digitalizados en manos de los medios aumenta de forma considerable. La versión oficial nos hablará de paz y trabajo esforzado a myor gloria de Dios, de imperfecciones humanas dentro e una institución divina en su inmutable naturaleza y de pollas en vinagre, pero lo cierto es que cada vez las distintas facciones y bandas enfrentadas se juegan más. Morris West decía que el papa es la voz de 800 millones de católicos y ahora son más y la voz llega más fuerte, mas rápido y más fácil, así que la lucha por ser el dueño de esa boca cada vez es más importante.
El Vaticano lleva décadas de retroceso a las raíces de la resistencia integrista polaca que comenzó Juan pablo y su amigo y sucesor trata de darle un cuerpo doctrinal a lo que es puro y duro medievalismo oscurantista de bendiciones a los corruptos, pedófilos y proteccionistas elementos en los que se basó en anterior pontificado, así que los italianos y su viejo hacer llaman alas puertas del próximo papado, que ya va siendo hora de que los de siempre recuperen el poder y dejarnos de experimentos.
El Vaticano juega su juega antiguo y los idiotas se asombran de que lo de siempre siga pasando: en la silla de Pedro se sentará el que mejor se lleve con el poder de siempre, la pasta nostra.
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