4 de enero 2010
Bajo ningún concepto quiero que el título se confunda con pretensiones de igualarme a Unamuno y su “De mi religión y otros ensayos”, pero es que un amigo que ha recibido el contenido de mi cuaderno me pregunta por mi verdadera religión. La respuesta inmediata y lógica es “no tengo ninguna religión”, pero nuestro entorno social y cultural no entendería algo tan simple y a la vez, tan escaso de contenido.
Si por religión entendemos el conjunto de normas de conducta que nos subordina la vida a creencias, preceptos, obligaciones, reglas y jerarquías emanadas de un ser superior omnisciente y omnipresente que controla nuestro destino y de cuya voluntad depende nuestro futuro, claramente no participo de ninguna de las que conozco.
Hasta donde comprendo y he podido analizar, la religión surge en el hombre como emanación directa de la necesidad de explicar el mundo que le rodea y como respuesta al deseo o necesidad de darle a nuestra vida una razón, una causa o una motivación; al deseo de trascender nuestra existencia eludiendo la inevitabilidad de la muerte.
Aunando las derivaciones de los dos últimos párrafos, nos encontramos con algunas consecuencias directas de fácil aceptación:
La primera es que las construcciones religiosas evolucionan en la historia de la mano del avance del conocimiento humano. Cuanto mayor es nuestro acerbo de conocimientos, más etéreo e indefinido es el modelo de dios que el hombre maneja. Al principio, cada fenómeno natural tenía un responsable directo, un encargado que formaba parte de un largo número de dioses. A medida que el hombre adquiría conocimientos diversos, los responsables divinos de las funciones explicadas se quedaban en paro, lo que dio lugar a una enorme inquietud y a la formación de un modelo monoteísta que conseguía pasarle el marrón aun sólo dios encargado y responsable de todo; desde lo conocido hasta lo desconocido, construcción mental muy cómoda y que se ajustaba a cualquier necesidad concreta que pudiera surgir. La verdad es que la solución no deja de ser ingeniosa, hábil y autoexplicativa. La trampa es que se plantee como se plantee el acercamiento, esa construcción siempre tiene salida y además, cuenta con el refugio de lo sagrado, de lo necesario, justo y bueno.
El modelo ha calado de tal forma que la carga de la prueba pasa de lado y recae, ahora, en los que dudamos de la existencia de ese ser a los que sus fieles atribuyen tantas competencias que acaba siendo injusto, arbitrario, un poco absurdo en sus decisiones y decididamente paranoico en sus exigencias. Si yo manifiesto de forma categórica que los unicornios rosas existen, que comen flores amarillas nacidas en la noche y que cantan a la luna con voz de barítono, todo el mundo me pedirá, amablemente, que lo demuestre. Si yo me escabullo diciendo que sólo los elegidos que tengan fe en el unicornio podrán oírlo las noches de luna llena, descartando los no creyentes de la posibilidad de disfrutar su voz, o normal es que la gente me mande al cuerno, pero ese ejemplo se queda a años luz de las absurdas afirmaciones que hacen los seguidores de las grandes religiones establecidas, pero con una diferencia: a ellos no se les pide que demuestren nada. Ellos cuentan con la corriente de opinión favorable y somos nosotros los que, en el caso del ejemplo, nos tendremos que dejar los cuernos para demostrar que el unicornio rosa no existe mientras que ellos defenderán su existencia con argumentos tan elaborados como el siguiente:”El mero hecho de pensar en un Unicornio rosa demuestra su existencia, pues nadie puede pensar en algo que no existe”. Aunque parezca mentira, esto se lo han dicho a un servidor en el colegio, si bien es verdad que el curilla encargado de decirlo no debía ser el más brillante de su promoción.
¿Juega algún papel el nivel de vida en la implantación de la religión? Parece claro que no, pues nos encontramos fanáticos en todo el amplio abanico del arco social. La miseria genera bombas humanas y terroristas suicidas, mientras que los evangélicos americanos que ocupan puestos importantes en la administración americana se limitan a invadir Irak en nombre de Dios.
La idea de Dios es un virus cuya simplicidad es peligrosa: entrégate, haz lo que te digo y la vida eterna será un jardín de deleite y plenitud. Para unos la contemplación de Dios en una visión beatífica, para otros la consecución de todos los placeres físicos que un hijo del desierto pueda ambicionar: ríos de leche y miel, comida y sexo por los siglos de los siglos. Las promesas son estupendas y a cambio de poco; se conforman con nuestra docilidad y con la aceptación de un determinado orden social que vela para que la gloria de Dios sea grande y eterna.
La trampa es estupenda y sirve para todos los sistemas: paz en la tierra, acepta que lo que yo digo es verdad y la otra vida, o la siguiente vida, será estupenda. La traducción: no discutas mi poder, acepta que aquí mando yo en representación de Dios en la tierra (rey o gobernante por la gracia de Dios) y ya verás que bien te lo pasas luego. Por supuesto, esto no se dice, se disfraza de “sentido del deber”, la “llamada del camino”, “la vocación de servicio y darse a los demás” etc. No se puede notar demasiado que unos se lo pasan fenomenal mientras otros sudan tinta, que acabarían dándose cuenta.
Bien, ya he definido lo que no soy, pero ¿cuál es mi religión? Pues sabido ya que ninguna, paso a contar lo que me llena como individuo, que es bastante sencillito, todo hay que decirlo. Me satisface ser coherente con mi propia naturaleza humana, inquisitiva, escéptica, demostrativa y coherente con la necesidad básica de saber la razón y la causa de las cosas y de los fenómenos naturales. ¿Deseo de trascendencia? Algunas veces digo que una eternidad en mi propia compañía no se la deseo a nadie y menos a mí mismo, así que tampoco demasiado aficionado a la eternidad.
Debo confesar que si hay una creencia que me ha tenido bastante intrigado y que he estudiado de forma favorable por lo que de coherente tiene con procesos tan naturales como el aprendizaje y la gradación del mismo; ese paso a paso que nos va llevando cada vez más alto en nuestro conocimiento y para el que una sola vida parece quedarse corto. La idea de una constante reencarnación que nos permite alcanzar la verdad, me apetecería bastante, pero también esa idea tiene truco y la mentira interesada asoma su pezuña por debajo del elevado enunciado de misticismo.
La idea es perfecta para justificar, un vez más, cualquier tipo de orden social basado en el nivel evolutivo del sujeto, de forma que las castas se configuran tan sólidamente como el hormigón y la teocracia se mantiene inamovible.
Así pues, creo que las religiones, todas las religiones son básicamente perversas, generadoras de los peores comportamientos individuales y colectivos (es cierto que en algunos casos individuales también los hay positivos), que han detenido la evolución de las organizaciones sociales poniendo constantes trabas al conocimiento, a la libertad del individuo y han sido la causa directa de guerras que han costado millones de vidas.
Creo firmemente en nuestra curiosidad, en que la evolución de la especie se basó en la supeditación del individuo al beneficio del grupo y no al revés; mantengo que la sed de conocimiento nos ha dotado de una herramienta maravillosa para incrementar el conocimiento y que la capacidad de autocorrección de esa herramienta nos evita el peligro de caer en el dogma. Creo que el mecanismo de la evolución nos ha provisto de un cerebro con una potencialidad extraordinaria y que sí, que lograremos, tarde o temprano, alcanzar el conocimiento de nuestro mundo, entendiendo por mundo todo cuanto nos rodea, incluido el universo las leyes que rigen su funcionamiento.
Así pues, cabe catalogarme como ateo. También cabe catalogarme como activista antirreligioso, en general, de todas ellas. ¿Son unas más peligrosas que otras en la actualidad? Sí, pero eso no les resta ni el peligro ni la potencialidad de que cualquiera de ellas pueda convertirse en un arma de destrucción masiva en cuestión de semanas. Cualquier chispa lanzada desde uno u otro lado, prenderá en una yesca que está deseando arder de forma violenta. Las llamadas religiones del libro son excluyentes, básicamente violentas, xenófobas y aspiran a un orden social basado en sus propios preceptos y condenando y persiguiendo ideas distintas a la suyas.
Que nadie se equivoque: desde el laicismo se aspira a que el individuo pueda actuar según sus preceptos de forma armónica con l ordenamiento social. Lo que uno puede o no puede hacer no implica la obligatoriedad de hacerlo para aquél que lo rechaza. Mi capacidad de actuar según una determinada opción nunca debe condicionar la actuación del otro y eso es un principio al que creo que no debemos renunciar y que significa un importante avance para todos.
Poniendo ejemplos concretos: el que yo pueda separarme de mi mujer no implica que mi vecino deba separarse de la suya. Ahora bien, ¿Qué pasa cuando las creencias religiosas chocan con el ordenamiento social? Ni una sola duda, ni un momento de vacilación: ¿Qué tu dios dice que las niñas no deben estudiar a partir de los 8 años? La jodiste: en este país tu dios no rasca bola. ¿Que tu dios dice que hay que perseguir y matar a la adúltera o la que aborta o al sodomita? La jodiste: en este país tienen derechos y capacidad para actuar según nuestros procedimientos legales, así que tu dios tampoco rasca bola. Podrás, si quieres y pertenecían a tu religión, expulsarlos, declararlos herejes, anatemas, relapsos o lo que te dé la gana, pero no podrás ejecutar ninguna acción represiva contra ellos o ellas.
Y la verdad es que poco más queda por decir, aunque como el tema es largo, interesante y agresivo, dejo este escrito con forma de apéndice y vida propia, de forma que si se me van ocurriendo cosas, las iré escribiendo y la cosa irá engordando.
¿Más clara la cosa?
Gravitación cuántica, distancia fundamental y teoría de cuerdas
-
La teoría de la relatividad general de Einstein establece una relación
directa entre la gravitación y la geometría del espaciotiempo. Esto supone
que una ...
Si a la Creación le llamamos Dios, yo forma parte de esa creación y, por lo tanto, soy parte de Dios y soy su obra como lo son mis hijos y los hijos de mis hijos.
ResponderEliminarVine de algún sitio y refresaré al mismo sitio.
Me gustaría tener suficientes argumentos para discutir contigo algunas cosas. En otras estoy de acuerdo.Si quieres te pongo en contacto con quien pueda polemizar contigo. 13-03-2010. a.m.
No puedo polemizar contigo porque me ganas en argumentos. Soy parte de la Creación como lo son mis hijos y los hijos de mis hijos.
ResponderEliminarSi la Creación es Dios, yo soy parte suya.
De allí vine y allí regresaré.
La bondad, la verdad y la solidaridad esán en uno mismo.
13-03-2010- a.m.