Si bien es cierto que la globalización nos obliga a convivir con determinados acompañantes fijos, no es menos cierto que las sensaciones no se han visto afectadas por la invasión de las marcas. Por lo menos las mías. Desde mi punto de vista, viajar es exponerte a recibir un cúmulo de estímulos que deben llegarnos a todos nuestros centros vitales; tanto emotivos como cerebrales. Las raras ocasiones en las que el cerebro y vísceras se ponen de acuerdo, toda nuestra experiencia, cultura, formación y sensibilidad crean un momento de lucidez e intensidad único. Ese es, precisamente, el objetivo de este cuaderno: atesorar, como fotografías emocionales, sensaciones y pensamientos desencadenados por escenas, olores, miradas y luces que, en última instancia, son las responsables de que tal o cual lugar, ciudad o momento alcancen, en nuestro recuerdo, un lugar especial.
Viajo solo, no digo que ligero de equipaje porque no sería cierto, pero me esta vedado compartir esos momentos con las personas que me son más queridas, mi mujer y mis hijas, centro de toda mi vida afectiva. Es por ellas que se inicia este cuaderno, intentaré, cuando tenga sitio para llevar la maquina, completar o distorsionar lo escrito, con alguna imagen robada del momento. Para mis hijas no será nada hasta que un día puedan relacionar la ausencia con el cariño, y para eso quedan años. Para hoy quedan las manos moviéndose en el primer control del aeropuerto, la confusión de países, tiempos y distancias y el enorme poder gravitacional que, como todos los niños, ejercen de forma inconsciente.
En cuanto a Begoña la pérdida es mayor: es a ella a la que la vida le ha hecho una finta. Los sueños son esquivos y su deseo de viajar sin parar sufre retraso. En fin, lo que sea sonará.
En cuanto a mi, aquí estoy. Una vez mas empezando; una vez mas con toda la ilusión a las pies del altar de la diosa Fortuna, esa diosa esquiva y exigente que maneja los hilos de nuestra vida mas allá de la comprensión de sus fieles. Delante de mi, como casi siempre, un sueño, un deseo de conocer, vivir y canalizar todo un mundo lleno de culturas, formas de vida y trabajo que, por su proximidad me resultaran extrañas; por su similitud, distante y por su lejanía, cercanos.
Por una vez, y sin que sirva de precedente, este cuaderno nace para ser enseñado. Habitualmente, mis escritos son míos y fuera de mi mundo, ajenos, un poco oscuros y solo comprensibles para aquellas que hayan compartido parte del viaje interior que implica escribir. Ahora no quiero que pase algo parecido.
Quiero que si hablo de luz, la luz se vea; que si el olor, primer motor de la primera acción de nuestras vidas, tiene que pegarse al papel, el papel huela como huele el Macondo derruido de García Márquez .
Como intento, suena digno, como realidad, ya se verá. Cinco países en siete días completan una sobredosis mortal para cualquier intento de sistematización y análisis, pero son perfectos para una terapia de inmersión transcrita en unos pocos momentos.
MADRID 20-2-2002
SALA DE EMBARQUE: B.20
Vuelo IB 6430 Madrid-México DF.
La sala es grande y ausente de la emoción del viaje. Algunos fuman, otros leen, miran o reposan en ese intento civilizado de parecer solitario dentro de la multitud.
No hay grupos, apenas alguna pareja, más mayor, comparte esa soledad como el único espacio común al que volver.
Aburrimiento, carros, tacones, abrigos, ropa cómoda o sofisticada, todo muy normal y, a la vez, todo muy artificial. La tienda, cuya salida escupe a los clientes a nuestra sala, hace sonar las cajas con el soniquete de las ventas. Todos hemos pasado por el tubo y las bolsas amarillas se mueven por el paisaje al ritmo de los mensajes de la megafonía: la seguridad se deja sentir en toda la terminal.
Curiosamente, se oyen pocas llamadas de los ubicuos móviles. Es como si la tarjeta de embarque anticipara la ausencia y nos metiera en un extraño espacio intermedio. Estamos aquí, pero el deseo de evitar el tránsito del viaje nos invita a no dejar huella de nuestros pasos en esta zona de nadie, en este momento de absurdo en el que no hemos partido pero deseamos haber llegado.
Quedan 10 minutos y los inevitables impacientes ya hacen cola frente al mostrador. La plaga se asienta y la cola se alarga hacia la nada.
A mi lado, una monja negra que se dirige a Lima, informa a una cincuentona limeña de que el vuelo se retrasa. El breve diálogo ha roto las barreras. La cincuentona se sienta junto a la religiosa con la satisfacción de quien ve una luz al final del túnel: ya tengo posibilidad de pegar la hebra. A los 20 segundos, su cara se oscurece. La monja está acompañada. Una joven, medio novicia, medio entregada al definitivo silencio, llega y se pone a hablar con su superior. En fin, todavía quedan muchas horas para intentar colocar puentes.
El retraso, inevitable, desencadena el cambio en las caras de la cola. Hace diez minutos eran triunfadores. Ahora miran la comodidad de os asientos mientras que intentan que, en sus caras, no se refleje la frustración. Su pequeño triunfo se esfuma: el aburrimiento, parado, es mucho más grande; la decepción toma cuerpo y va colonizando el cuerpo. Primero los pies, luego, las piernas y al final, los hombros. Se apoyan en carros y maletas.
Frente a mi, una señora, con esa edad intermedia; esa extraña edad llena de espacios vacíos que no pertenecen a la juventud, la maternidad o la madurez, se arregla las uñas. El olor de la laca, discreta y transparente, se esparce por el ambiente y alcanza su cenit justo cuando ella acaba con u última uña.
Las caras de la cola resplandecen: nos llaman a embarcar.
Enciendo el último pitillo.
VUELO
Once horas de tedio.
Mantas tiradas y miradas perdidas.
Hace tiempo que la expresión ha perdido la ilusión por el destino.
Sólo queda el cansancio, el olor mezclado de la comida, el sueño de más de 300 personas en los escasos metros cúbicos en las que hemos vivido el tránsito.
Y a final, la sorpresa.
Giro a 2700 metros y al lado de tierra, la vista de una ciudad que engulle al aeropuerto.
Hemos llegado a un sitio diferente: México.
DON TOÑO
Don Toño espera a la salida. Atrás quedan los trámites y risas del aduanero para ligarse a la rubia de turno. Don Toño, que ha llegado en el momento que tenía que llegar, 10 minutos más tarde de lo previsto, mira la puerta sosteniendo el cartel con mi nombre. Tras sus lentes la mirada aparece tranquila, sin la más mínima inquietud europea en su actitud.
Don Toño es un personaje de esos que ven la vida pasar desde la superioridad. Nada en él es servil La amabilidad le coloca por encima de las órdenes recibidas. Cada iterativo queda transformado en presencia inexcusable. Su presencia se agiganta y o es que él haga o que se le ha dicho. Es que el pequeño mundo de la oficina no puede prescindir de su silenciosa omnipresencia.
Parapetado en su impecable traje azul de príncipe de Gales, con el cuello levemente aproximado por la corbata, su cara nos traslada a la mental galería de retratos que todos guardamos como mexicano típico.En una película americana podría recorrer todos los papeles posibles: desde campesino a rico hacendado. Con el pelo liso y entrecano, mostacho arreglado y tez morena enraizada en los siglos, su porte es señorial y calmado.
Del mundo le interesa el ser humano y conduciendo parece lamentar no poder detenerse a comentar el camino con el compadre que aparece a la derecha del cruce. El coche no se hizo para conocer gente y eso, le incomoda.
Para él, deportista contumaz, jugar al básket es importante, correr y conocer gente; eso es vivir.
Don Toño es una de esas personas que consiguen que el mundo sea mejor y sin embargo, se irá en silencio, como otros muchos millones de personas que nos dejan cada año. Forman el enorme ejército silencioso de la buena gente; ese ejército que jamás levantó un monumento al soldado desconocido.
No sé su historia, pero algún día, espero, podré dar un par de saltos con él y bebernos dos tequilas de a poquito. Es posible que entonces, sin darle importancia, surgirá una historia personal interesante. La de un empresario que prefirió hacerse imprescindible en lugar de jubilarse. Fue entonces cuando descubrió el secreto de hacer ás grane la ejecución que la orden; más agradable la compañía que la sumisión; más completo el silencio que la palabra.
Hasta que lleguen esos dos tequilas, gracias, Don Toño.
MEXICO
Si alguien me puede decir cómo pegar en un papel a una multitud de 20 millones de personas, por favor, que me lo diga. Yo me veo impotente
La primera impresión es que el pequeño trozo de ciudad al que me asomo, se ha formado gracias a la casualidad.
Casas que están juntas porque un día se encontraron en un sueño y les pareció bien quedarse ahí ara ver pasar la gente.
Casas que dan de comer a los inquilinos de otras casas. Casas recién llegadas que les cuentan a las otras cómo van las cosas por el mundo y cómo los europeos maquillan sus casas.
Las de siempre, las que llegaron un día a contemplar el vacío del campo, tienen la cara tostada de terracota y las cejas rubias de sol. Las nuevas prefieren proteger su palidez tras modernas cristaleras. Otras se han dado por vencidas y han dejado que las arrugas se ahonden en sus rostros para mostrar las raíces.
Y también hay gigantes; enormes gringos que quieren deshacer las viejas tertulias de casas y ponerlas todas juntas para subir al cielo. Ellas se resisten, pero en el fondo, saben que la batalla está perdida.
Mientras tanto, los camellotes nos recuerdan que, un día, las ciudades se hicieron para la gente; para que los árboles –ahora ahogados en humo – dieran sombra a los paseantes y albergaran discretos encuentros de futuros enamorados.
SAN ANGEL
Lo de siempre y lo único.
Las esperanzas de hacer negocio depositadas en los objetos que devoran la vida de los artesanos.
Dulces caseros ofrecidos por una señora que anuncia una historia que no queremos conocer. El miedo no tiene lugar bajo este sol.
Los muros de antiguas casas señoriales sirven de apoyo y escaparate de los sueños Los que están fuera quisieran estar dentro y los de dentro…; los de dentro ya están fuera de este mundo.
Mientras tanto, san Ángel mezcla lo mejor y lo peor; pero siempre a su ritmo, el del sábado del sol y la sorpresa.
LA GORDA DE LAS FLORES
San Ángel tiene una gorda, pero nadie sabe quién pertenece a quién. Quieta, circunscrita al pequeño altar de unos metros de acera, exhibe su falda floreada mientras cumple la liturgia de hacerse más gorda y más simbólica cada sábado que pasa.
No se cómo se llama ni lo que vende, pero siento, como siente San Ángel, que los dos se necesitan para ser lo que son.
TEOTIAHUACAN
A 50 kilómetros de México se encuentra la historia; los huesos de un pueblo que hace 16 siglos quiso alcanzar el cielo sobre los huesos de los muertos.
La ciudad de los dioses es enorme, con avenidas y plazas de tamaño gigantesco y por encima de ese trazado lineal y matemático, se alzan dos gigantes a los que acompaña una delicada dama de piedra. La pirámide del Sol, 280 metros de lado 63 de altura se levanta en el medio, con muchos escalones para el poco aire de los 2300 metros del lugar. La pirámide del Sol luce sus huesos descarnados de estuco, como si los huesos de los esclavos que murieron para levantarla recobraran la voz tras siglos de silencio. Es grande, majestuosa y vieja contadora de historias, aunque todavía son muchas las que quedan por contar.
La Pirámide de la Luna parece hecha con la intención de poder contemplar la avenida de los muertos en todo su esplendor, con su trazado perfecto y recto, como pensado para atemorizar a los habitantes de un valle fértil que lograron transformar en un desierto.
Todas las edificaciones sirven a un poder sobrenatural y a él se rinden. Las casas, los enormes estanques, espejos de las estrellas que regían sus vidas.
Obras bonitas, unos conocimientos de los que, otras culturas, tardaron siglos en alcanzar; 200.000 personas cuando Europa no existía apenas y miedo, un miedo que, a pesar del tiempo transcurrido, nos llega al alma y nos impide la alegría completa de unas vistas formidables.
Y la dama de piedra espera, el rostro amable de Quetzacoaltl, la serpiente emplumada, la madre tierra, generosa y amable a la que sus hijos hicieron grande para postergarla luego tras las garras del jaguar. Cuando ese pueblo necesitó el terror, sus jefes militares tomaron el poder y edificaron otra pirámide austera que tapaba el rostro amable de la serpiente emplumada. La pirámide se nos aparece en medio de una plaza – la ciudadela española – formada por los edificios administrativos de los que recibían el diezmo. El pueblo podía ver 365 representaciones del dios incrustadas en las cuatro fachadas, con símbolos del sol, el agua, la tierra y el fuego, los elementos cotidianos de su vida.
Pero la ciudad de los dioses es mucho más; es esfuerzo, calor, ritos ejecutados en la cima del sol mezclando liturgias paganas y cristianas; la inocencia de la pobreza que anhela la intervención divina para arreglar sus vidas. Un pueblo que mira al cielo sabedor de que los que tienen el poder, les olvidan.
AUTOBUSES
Guatemala 25 de febrero.
Como cualquier ciudad, Guatemala tiene autobuses. Hasta aquí, nada nuevo ni distinto.
Pero los autobuses de Guatemala se han aferrado a la vida hasta un límite que va más allá de la lógica. Son como zombies de las películas americanas de los 60.
Amarillos, decorados con llamas y cromados, tienen nombre y hombre colgado de las puertas abiertas que invita a los viajeros para compartir un destino incierto.
También los hay de otros colores y también prolongan su vida burlando a los ingenieros.
El interior, adivinado apenas a través de las puertas y los sucios cristales, aparece derruido; vencido por el peso de todas las vidas que se han pegado a sus asientos.
Y por encima de ellos, levantando el vuelo de la modernidad, los aviones que despegan del centro mismo de la ciudad
Todo un absurdo que completa el cuadro de una ciudad verde con el aire suave de la amabilidad
Guatemala.
LOS NIÑOS DE FUEGO
El temor que no vi.
México es grande y en su grandeza cabe todo: El Zócalo, la avenida insurgentes, el humo y la pobreza: enormes huestes de pobres que, cada día, ven levantarse el sol sobre el despoblado de su hambre. Cada semáforo es una oficina; cada cruce un centro comercial y cada minuto, dos momentos de esperanza y de desánimo.
Los más débiles, los niños – eternos niños de hambre – amenizan la espera soñando con los pesos que nunca llegan. Unos saltan sobre los hombros de otro adolescente, otros hacen juegos malabares y los más desesperados, hunden su vida en la espesura del petróleo. Su vida de tragafuegos será corta. El fuego de petróleo que sale de su boca va quemando sus pulmones, ya negros de humo de tráfico.
De humo a humo y muero porque me toca; del laberinto al hoyo y tu la llevas.
Llevas la muerte prendida a tu vida que no fue; a los sueños que nunca tuviste y a la injusticia que te ignora.
No te he visto y mi comodidad lo agradece. Sólo te he intuido través de los relatos y te agradezco la ausencia. Nunca serás noticia y mi conciencia, es posible, se olvidará de ti. Algún día.
GUATEMALA. ZONA 1.
La Zona 1 está al sur, donde las ciudades gustan de colocar sus sumideros. Allí llegan los autobuses que vienen de todas partes; incluyendo los americanizados Galgos del Norte; los que buscan cuartos alquilados y “comerse el trío”, que no se qué significa exactamente.
En la Zona 1 reinan las pipas y las escopetas repetidoras sin culata. Las caras de la Zona 1 son, en su mayoría, retratos Mayas extraídos de la piedra y de la historia. Con la historia les viene la derrota que permanece en la actitud demostrada. No dan miedo. Dan separación, distancia y temor aprendido. De un crudito no viene, ni ha venido, nada bueno.
Es posible que una parte de ellos busque o sueñe venganza; pero su derrota pesa más que el sueño de revolución.
Ellos son la Zona 1, el sumidero de la ciudad amable.
DINERO
Pocas veces he sentido tanta repugnancia como la que he sentido hoy con el Quetzal.
¡La madre que los parió!
Si alguien tuviera, alguna vez, un sueño delirante en el que un billete acumulara todas las malas acciones que el dinero ha puesto en marcha, ese sueño se materializaría en un billete de Guatemala.
Si la ambición, la avaricia, el poder mal ejercido, la codicia y la impiedad tuvieran olor, olerían así.
Y lo dice alguien que no es propenso a los ascos.
CUELGUE
Son las 21.00 en el hotel.
Estoy colgado. Solo. Operación Triunfo en un canal internacional me acompaña en la tele.
A las 04.15 de la madrugada sonará el teléfono.
Fumo.
La maleta está casi hecha. Sólo queda meter los trajes.
La cena era espantosa.
Y estoy solo.
Es el precio del viaje.
PLANTA 11
En la planta 11 la Zona 1 no se conoce. Está lejos. Tan lejos como lo está la alpargata del Mercedes.
Las conversaciones vuelan por encima de los pobres y sólo se ocupan de inversiones, riegos y complejos turísticos.
Sólo una duda: ¿En que año salió tu carro, ese Mercedes que te ví.?
Es la planta 11 con sauna y terma. Vistas a la torre de control del aeropuerto.
Todo un símbolo.
05:40 AM Aeropuerto Guatemala
Ya nos fregaron. 30 $ de impuestos de salida. El pasaporte importa un carajo, pero el dinero si cuenta. No menos de 4 peladitos para asegurarse de que has pagado.
El aeropuerto, una barraca y la compañía de la droga, constante. Avisos por todas partes para que sepas que estás controlado. La compañía, TACA
Estoy camino de El Salvador, donde según creo, podré hacer algo de turismo. Voy con tiempo de sobra. Ya veremos.
DELTA – CHARLIE
Aeropuerto 06:20, dos ejecutivos se encuentran:
¿En que asiento vas?
En el 10 Delta. ¿Y tú?
En el 4 Charlie
No es una película de guerra en la que dos comandos confirman objetivos. Es un vuelo de 50 minutos con terminología militar.
En fin…
SAN SALVADOR
Tras un vuelo de, exactamente, 24 minutos, llegamos a SanSalvador. Bueno, existe el volcán, pero lo cuento luego. Para variar, le discuto al taxista la tarifa y resulta que estamos ¡a 45 kilómetros de la ciudad¡
Decenas de camiones nos informan de que su lentitud da de comer a 200.000 salvadoreños con la caña. Nunca, hasta ahora, había tenido la ocasión de cambiar el cabreo de un atasco por una buena causa. Que los zafreros trabajen en paz, que tengo tiempo.
Carteles informativos nos aleccionan sobre el mejor rendimiento del cemento sobre el asfalto. No me extraña; con el tute que llevan.
Calor, hace calor y las plantas gritan de sed. Hasta Mayo, Niño mediante, no podrán lavarse y reverdecer con mil tonos distintos.
En las cunetas surgen ranchitos y negocios; arreglo de llantas y comidas, aceptación de ripio y basura y obras; muchas obras.
Cuando la carretera se corta, pequeñas camionetas intentan negar la ley de la impenetrabilidad de los cuerpos y la cola aumenta. La física suele tener razón.
A unos 7 km de la ciudad a la derecha, me encuentro con lo imposible: comidas, chiringuitos, gente, camiones, autobuses y talleres. La necesidad popular se ha inventado un moderno intercambiador/centro comercial/mercamadrid surgido de la aglomeración. Daría un brazo por un paseo, pero tengo prisa.
Me espera El Camino Real, pero aún tengo que chupar un poco más de humos de autobús escolar americano. USA manda todavía, tras mandar todo, pero deja restos; lenguaje, chatarra y muertos.
Tras la guerra, por encima de los muertos, se eleva la Iglesia, canal cristiano de Tv incluido. La imaginería popular, la presencia cotidiana, basta para llenar un museo dedicado al Kistch (palabra que, a mas de no saber escribir, jamás he sabido pronunciar). Cristos sangrantes y demacrados, imágenes de Romero, centros de literatura religiosa, cruces pintadas con aire Taif o barroco, todo lo que se pueda imaginar nos asaltan desde cualquier rincón. Los muertos siguen viviendo, auque su causa se olvide.
Y la embajada americana. Dos millones de salvadoreños en USA. Los Ángeles como segunda ciudad de población salvadoreña y colas esperando la visa para un sueño.
Enfrente de la embajada, mi destino del día: La Prensa, emporio del Opus Dei que glorifica al fundador.
El camino de El Salvador habrá sido largo, pero el poder es el poder y permanece. En este caso, resistir no es vencer; pero llevarse bien con los que mandan, aunque sea cambiando cromos de muertos, vale la pena.
¿ Y como es la gente?. Desde luego la raíz maya permanece sólida en este pueblo. Bajos, muy morenos, de ancha espalda, caras grandes y nariz grande. Los hombres, ausentes de calvicie y la mayoría enjutos pero con tendencia a engordar en cuanto pueden. Las mujeres bajas, con el pelo negro y normalmente grandes, de pierna corta, culo grande y baja estatura. Muchas de 1,50 y unos tacones imposibles.
Tanto en México, donde el tipo mayoritario es también indio, como aquí; las clases más bajas no niegan el origen. Lo que está claro es que el azteca y el maya son distintos dentro de una cierta similitud que es obvia para los europeos. El cabezón maya los separa, a sus ojos, de una forma clara.
VOLCAN
La distancia hace milagros y, desde el avión, el volcán no es peligroso. Tiene la forma típica, con el cono apoyado en los cerros circundantes. Sólo sabemos que es un volcán por el humo, blanco, que sale de su cima.
Desde lejos no amenaza ni parece que tenga el poder destructivo que asociamos con el nombre. Sabemos de su fuerza, pero desde el aire sólo podemos recurrir a la memoria para añadir temor a lo que vemos.
Es tierra calmada, cerros verdes y poco más. Es la tierra.
CAFETERIA ESPAÑA
La cafetería España está muy cerca de la 13 Calle A. En la cafetería España la gente puede comer, parquear su coche y además, lavarlo. Una Coca Cola cuesta 30 centavos de dólar y como no me sirven las monedas, se asombran de que deje un dólar entero y completo.
En la Cafetería España hay una mesita para sentarse fuera, en un banquito de dos plazas, hecho de madera y que hace años que no sabe del barniz o la limpieza.
En la Cafetería España la gente puede entrar y sentarse; no como en sus vecinas, en las que los parroquianos deben permanecer fuera de las rejas que protegen el interior.
En la Cafetería España son amables y le buscan al cliente un martillo y un clavo para arreglarse el zapato. Cuando el clavo no aparece le proponen el uso de un pegamento industrial, lleno de grasa, para salir del paso.
La Cafetería España está fuera de lugar. No se corresponde con el alambre de espino militar que corre por la cimera de las vallas vecinas. No tiene nada que decirle a la ruinosa casa que se acosta a su derecha. Ni con el barrio; ni con el remedo de río que corre cerca. Río ayer, hoy cloaca descubierta que intenta, solo intenta, lavar las tripas del barrio.
La Cafetería España se merece otra ciudad y otros parroquianos más amables, de los que se quedan a jugar a las cartas, el dominó o a charlar de cuando eran más jóvenes.
La Cafetería España podría ser el vórtice de un cambio necesario.
LA JAULA
Entrar en el Diario es complicado. Las puertas de metal cierran lo que fuera, en su día, un bonito patio, circundado por un claustro de tras lados.
Hoy, uno de sus lados aparece cortado, enrejado por el lateral y los dos extremos; aquellos que se sitúan hacia la calle y hacia la entrada. Esta jaula tiene dos puertas que se abren al pedido de “puerta” que se oye con regularidad.
En la reja se puede esperar sentado en sillas de plástico, siempre en compañía del guardia de seguridad que nos toma la acreditación.
Son secuelas de la guerra.
JUNTA
Mientras escribo, un desfile de empleados del hotel se encaminan hacia la JUNTA.
Una vez al mes, me cuentan, les informan de cómo va el hotel. Todos participan y quieren mejorar.
Tienen ganas de ser mejores y lo son.
LA CAMIONETA
Salimos del hotel en el transporte que nos lleva al aeropuerto. Costa Rica, Colombia, Argentina, España, Guatemala y USA.
Como siempre, el yankie lo sabe todo y no hay mucho que añadir a sus datos estadísticos sobre el PIB, la deuda argentina o la seguridad. Llegamos al aeropuerto y la coincidencia es total. También se dirige a San Pedro, con lo cual, la invitación es inevitable.
En fin, voy a encender el ordenador para mantener el silencio.
VUELO
Saltamos de San Salvador a San Pedro Sula. El avión sube y, sin transición, inicia el descenso. Un poco de turbulencias, pero nada que preocupe. Dos giros y ruedas fuera. Bajamos.
Las nubes están muy bajas.
Súbitamente, motores a todo gas y hacia arriba. Las nubes se han cerrado y el resto sobra.
A la segunda va la vencida.
Pues no: la cosa se ha quedado en tres.
Cosas que pasan.
SAN PEDRO – MERCADO DE GUAMILITO
En San Pedro llueve y hace calor. Un calor húmedo, de terma verde y boscosa. Y en el calor hay un mercado, el mercado donde comprar cestas, bandejas de madera, collares, hamacas y cerámica. Es el primer sitio en el que me siento realmente en mi elemento. Le compro un collar a Begoña y dos asientos de hamaca. El ojo me funciona con una, pero la que no veo al comprar, no entra en la maleta y tengo que pedir que me la sierren en el hotel. Por un pelo, pero entra.
El mercado es precioso y la ciudad me gusta, aunque comparte la sobreabundancia de pobres de la zona. La calle se llena de tenderetes, venta de toda clase de cosas. Por supuesto, aquí no paga derechos de nada ni el tato, pero todo funciona.
San Pedro se expande en un valle plano de enormes árboles y hierbas altas. Algunos están en flor, amarillo sobre verde en grandes racimos de capullos grandes (Son las ceibas, árbol nacional de Honduras que me encontraría más tarde en todo su esplendor.)
La comida en el Club Árabe, agradable, con Tania del Toro poniéndome los dientes largos con el buceo en Roatán.
MARKETING: COCHES POR TROZOS
Desde siempre, el comercio ha generado muchas formas distintas de satisfacer al cliente. Los vendedores han buscado aquellos productos que más satisfacción generaban en sus compradores. Una de las últimas innovaciones vino de la mano de la venta a plazos, pero eso no basta en México.
Aquí no hay plazos.
Aquí se vende a trozos.
Si Vd. Quiere un coche y no tiene plata, no hay problema. Se lo vendemos troceado. Que hay pesos para el morro, pues ándele con el morro, que el resto ya llegará.
Que luego todo cuadre, es otro milagro.
BAILE EN LA SALA 8
Por fin encuentro a alguien que se lo pasa bien en un aeropuerto. Un grupo de 6 gansas hacen bailes con coreografía (Mi pobre corazón, algo parecido a Coyote y algo de ni se sabe). Y se lo pasan bomba
No se de donde son, pero han conseguido el milagro de la luz y la alegría en el centro del tedio y la oscuridad.
Comprobado: de Nicaragua.
Han conseguido, además, echar a dos estiradas de las que consideran que lo correcto es aburrirse.
Que les den.
¡Dios, que envidia!
NICARAGUA
Tras un enorme cabreo por la cola de inmigración y los 5$ de impuesto de entrada, llego al hotel y me relajo. Pido una pizza Tv y resulta que es lo único que sale por las orejas en todo el viaje. Amago de colitis, pero nada serio. Lo más seguro, la calorina de San Pedro.
Por la mañana, relajo. Habitación comodísima y tiempo para preparar la entrevista. Me mandarán coche para llevarme a la prensa y luego, al aeropuerto. Paso de ponerme el traje y opto por la vestimenta local.
Me escapo al mercado central y me lo paso bomba. Voy hablando con el taxista y me espera mientras curioseo. La gente se ofrece, pero sin grandes agobios. Pego la hebra con una tendera propensa a la broma y al equívoco, pasando un rato muy agradable.
Como siempre, lo que más me gusta se tiene que quedar. Cacharros de barro preciosos, hamacas grandes, maderas y mucha puñetita de cajitas, collares y algo que no acaba de gustarme: Carey y yacaré, especies protegidas que se ofrecen sin pudor. La verdad es que han conseguido ser agradables.
Me vuelvo con mi taxista, que se ha reído de lo lindo con el comentario sobre el aparcacoches.
Al llegar al hotel me quedo con su tarjeta para otras veces.
Bueno, me pongo a hacer la última maleta del viaje.
13-3-2002
Algunas conclusiones y muchas dudas.
Contar el viaje es sencillo, apenas 3 o 4 minutos bastan para hacer el relato convencional de lo que la gente acostumbra a contar. Las pirámides; una pasada. La comida; hombre, hay de todo. La gente; muy amable y las artesanías; muy baratas.
Lo complicado se esconde en el silencio; en la miseria de los ranchitos que arreglan llantas; venden Coca Cola y su alma al diablo con tal de salir de allí.
Como en la universidad, en la visita a los manicomios, la condena en la que viven los enfermos te alcanza y te roba una parte que permanece condenada de por vida. Es imposible sustraerse; huir o intentar evitarla. Cada mirada ha construido un puente y un soplo de vida se ha esfumado; convertido en basura que aumenta la basura del ambiente.
Cuando en Europa se nace mal, hay arreglo. Muy jodido, pero hay arreglo. Cuando allí naces fregado, fregado quedas.
No hay sistema; no hay trenes ni tranvías que unan las clases. No hay instrucciones; no hay salida.
No se si la solución viene de Cuba, de la violencia o de donde coño viene. Lo que es seguro, seguro, es que en lo que ahora tienen no hay futuro para los pobres.
Son países y sociedades pensadas por y para los ricos. Todo está a su servicio: la industria, el trabajo, la educación, las oportunidades y el sistema trabajan para ellos. Y la Iglesia, esa Iglesia cuya penetración social y cuya influencia trabajan para perpetuarlo todo. Ni siquiera intentan cambiarlo todo para que nada cambie.
Es un conglomerado de poderes podridos que emanan efluvios de corrupción y violencia; la violencia que, se sabe, está dispuesta para ser utilizada en cuanto la sombra de la duda intente cubrir el panorama.
La tierra de la zona conoce el sabor de la sangre. Sangre pobre y desnutrida que no llega a alimentar a los sueños; ni siquiera sirve para que germine la semilla de la esperanza. Los muertos solo han engordado a la muerte; solo han alumbrado terror; solo se han podrido en el silencio. En la nada.
No hay que confundirse: la esporádica aparición de algún líder local en la prensa extranjera es un guiño, un juego consentido y una nada. Sigue la nada; la reja; la condena y la pobreza; el barro o el polvo, según toque lluvia o sequía. La miseria.
El círculo es eterno y ni siquiera la rueda de la vida ofrece solución. Es una teocracia entregada al poder. Un mismo sistema que muestra dos cabezas; una amable y otra feroz, como un Jano bifronte que rige las vidas. Pero las dos caras mienten a la vez. No hay salida y, si intentas salir, mueres.
Solo el final es evasión. Solo el final soluciona el hambre. Solo el final es el final; y el final, solo es silencio; muerte sin causa y, como mucho, mordaza para el resto; cadena para que los otros no intenten volar por encima de los muros.
Todo esto, todo el verde, todos los montes, ruinas y hoteles no bastan para acallar el grito silencioso del miedo, del hambre y la injusticia. Siglos de injusticia que no pueden achacarse solo al blanco; el indio basó su sistema en el terror de las estrellas, frías y lejanas.
En fin, mucho miedo.
TIERRA
Como la tierra, permaneces
Como la tierra, labrada
Y olvidada; yerma y fértil,
Me acompañas.
Como la tierra
Dura y blanda, con olores
De calor y vida contenida
Me contienes.
Como agua me llenas
Y te escapas
Me acoges y me calmas,
Me levantas en tus olas
Y en tus playas descanso
Tierra y agua me brindas
Y me escondes;
Te ofreces y me evitas
Como el aire,
Necesario y escaso
Me circulas y alimentas
Sin notarlo apenas,
Sin esfuerzo, solo estando.
Estás ocultando la tormenta,
Viviendo el silencio
Como el apoyo silente
Del edificio todo.
Eres más que yo, más que tu misma,
Eres el alma común
De un mundo nuevo,
El mundo que tú creaste
Con tu quietud,
Con tu fuerza
Mayor y más fuerte
Que mi fuerza
Tu sangre es tierra
Aire y agua,
Vida para mi vida
Tormenta para la calma
Y silencio para el grito
De tu alma surge
Y en tu boca, concluye
De tu vientre surge
Y en tu vientre se encierra
Guardas el secreto
El misterio de la creación,
La llave del sagrario.
Eres la vida
25 Años
Alguien cumple años, 25 años de vida. Lejos de todas partes y cercana a todas, la edad completa y vacía aún de la basura que la vida acumula.
Tiene 25 años y los sueños viven sin ser tocados. Es igual que sea ella o él. Simplemente es y la vida habita su vida hasta que el tiempo se los lleve a los dos.
Mientras tanto, es posible que el sol, cada mañana, tenga prisa por llegar a su ventana y despertar una sonrisa dormida en sus labios.
Si eso ocurre, todo va bien.
Irá bien, seguro.
SANTO DOMINGO
CONGRESO SIP (SOCIEDAD IBEROAMERICANA DE PRENSA)
En Santo Domingo, mejor República Dominicana, todo ocurre en cinco minutos. La vida entera se reduce a esa frase sonriente que nadie cree y todos manejan. La R.D. se esconde, a los ojos del turista, tras un muro de lujo y ghetos de verdor. No se cómo son, sólo he podido intuir una pequeña ciudad que, el viernes por la tarde, se preparaba para ser feliz. Y tras esa visión fugaz, vuelta al zoo, al silencio cómodo y la negación de la realidad.
Casa de Campo es un campo de concentración, un agujero negro en el que nos niegan todo bajo la manta del lujo.
Y el lujo cuesta: 50$ por un desayuno, casi 200 por dormir y fuera, el mundo corre por otros caminos, otras risas y otras tragedias intuidas; incluido Tahití, reino del horror completo y la miseria mas absoluta.
El presidente de la republica baila y hace facha de vendedor ambulante; habla como si el auditorio fuera tonto y sus voces no pasan del “merengue now”, única parte cierta de sus mentiras.
Juan Luis Guerra cuenta penas a ritmo de guaracha, salsa, y merengue; pero nadie quiere oír.
Clinton hace un retrato de la miseria sanitaria, educacional y ambiental y nadie escucha.
Somos como somos y nos perpetuamos unos a otros. Traemos a Clinton al congreso y quedamos bien.
Lo que diga, nos la sopla.
LA SERENÍSIMA
La Serenísima es el pabellón de recepción e invitados del presidente y dueño de Venevisión.
La Serenísima cuesta 30millones de $.
La Serenísima es la polla.
Todo es excesivo, incluso el buen gusto. Las medidas, las flores, el césped, la piscina, el embarcadero, las habitaciones de invitados; todo.
La Serenísima canta riqueza en el sito de los ricos; rezuma poder entre los poderosos y escupe a los cuatro vientos un desprecio inconsciente que no es que ofenda; es que clama venganza.
Si pagar 25 pts. por una ostra era inmoral , esto va más allá de cualquier moralidad.
Es, sencillamente, imposible.
RECUERDOS
Paseo por el aeropuerto de Las Américas y veo los precios.
Pago 9$ por un bocadillo y una cerveza.
Sigo viendo precios y un recuerdo me golpea con toda intensidad: los bombones que mi padre nos traía de Suiza.
Jamás comentó nada; jamás nos habló de nada que no fueran sus bondades y la imposibilidad de encontrar una caja de tres pisos.
De repente he pensado en las cuentas de sus viajes, realizados en la España de los 60 con un Franco Suizo imposible y una peseta inexistente.
De repente me he puesto triste.
AUSENCIA
El día y la actividad actúan como un analgésico suave, pero eficaz.
La noche, por el contrario, actúa como un amplificador y la ausencia se engrandece hasta pesar.
La ausencia te llena, se acuesta contigo y hunde tu cama y te asalta en los momentos en s los que podrías ser feliz; recordándote que la felicidad no puede ser completa; que ella está allí, a tu lado, recordando todo lo que falta.
La ausencia es tenaz y confiable: sabes que te acompañará siempre, para que no olvides que, hace mucho, decidiste que es mejor vivir entre los dos.
22 de Abril de 2002
Madrid – Santiago de Chile
LOS ANDES
Los Andes anuncian su presencia con la huella dejada en la imposible llanura de Mendoza. Desde el avión la tierra aparece comprimida, arrugada en líneas paralelas de riscos escupidos por la fuerza. La visión lejana lo equipara a la arena de los fondos que reproducen las olas de la superficie; pero se nota que es roca.
El hombre se ha peleado en esta tierra y las líneas rectas encierran cultivos y ciudades: todo lo que de artificial tiene la recta queda de manifiesto en la falda de la cordillera cubierta por las nubes. Y tras las nubes, estupor.
Los andes son grandes, enormes y nuevos; muy nuevos. La juventud es arrogante, de líneas limpias, sin matices. Aristas dibujadas a cuchillo sobre cimas imposibles y valles cortados que sobrecogen. Más que sobrecoger, acojonan. Y acojonan de verdad. Yo he volado, en un día claro, por encima de los Pirineos y de los Alpes; pero esto es otra cosa. Es la tierra levantando un puño amenazador, es la revelación de una fuerza incomprensible, es la elevación de la venganza, es la leche.
Sabemos los procesos, sabemos la teoría de las placas tectónicas y la deriva de los continentes; pero imaginarse el surgimiento de estos gigantes, la fuerza, el ruido, la destrucción de esta enorme creación va más allá de lo que podemos imaginar.
El avión salva, como puede, las cimas que se notan cerca, más cerca de lo que gusta cuando vuelas y pasa, una tras otra, las capas de nubes atrapadas por la cordillera. Son tantas que quedan estratificadas en un pastel que se atraviesa a ciegas.
TANGO
Como solo y mi soledad se acompaña de Tangos en un remedo de la calle Caminito. Una pareja, pegada por la cara, baila los pasos de un acto íntimo hecho público por la desvergüenza del tango.
Gardel suena con las imperfecciones de los registros antiguos y algunos se animan para acompañar a los profesionales n la seducción del baile.
Si yo tuviera un corazón,
El mismo que perdí…
Buena letra para un cuelgue.
¿Lo perdí? ¿Lo tengo todavía, perdido en el olvido de los sueños que mi trabajo hizo imposibles? ¿Se perdió en la realidad de una felicidad tangible ajena a los sueños de un corazón que sólo ve lo imposible? ¿Cuántas preguntas le caben a una vida? Probablemente todas. Y le caben todas las respuestas que llenaron las historias, tristes, de los tangos más famosos.
El tango, para ser tango, debe conectar con la miseria anímica del perdedor, del amante rechazado y de la venganza que el destino, fiel al cantor, ejecutará algún día.
Me evado del tango y me voy a dormir. El sueño es un tango quieto que puede bailarse sobre el aroma de una copa de vino que no tiene compañera par brindar.
La Cordillera
Una vez en Chile, los Andes no son los Andes; se convierten en LA CORDILLERA, con ese la de unicidad, de supremacía que se confirma cuando se pasa por segunda vez.
Un poco más de sol y menos nubes y los picos son más claros, los glaciares más azules y los valles más profundos. Siguen siendo amenazadores, fuertes, sólidos y terribles. Parece que el último grito de advertencia de la tierra se ha solidificado; se ha quedado inmóvil y eterno para recordarnos que el hombre es sólo una pequeña enfermedad en su piel.
Algún pasaremos, pero la cordillera –LA con mayúscula - permanecerá impasible, recordando que un día, hace muchos años, algo le hizo cosquillas.
Mientras tanto, los aviones seguirán rompiendo el paso con respeto y, por supuesto, con los cinturones puestos.
Asunción
Asunción está rota, perdida en el abandono y la desidia. Es posible que algún día fuera algo. Hoy es olvido, derrota y sueños perdidos.
Sus calles se descarnan bajo el paso de los autos y las aguas y sólo el río y la humedad permanecen. Es una anticipación de la ruina de Macondo; es la humedad que todo lo invade y todo lo vence al poner el tapete verde de la vegetación encima de los ladrillos y el cemento.
Ceno en la Paraguayita, con cervezas de ¾ de litro destinadas a enfriar el ardor de una noche cálida. La parrilla luce su esplendor, anticipo de lo que será Montevideo.
Asunción quiere perder malos recuerdos, como la placa que, todavía, permanece en el hotel el Chaco, recordando que el General Sroessner –verdadero caudillo de muerte – lo inauguró en 1975; momento en el que comenzó su vejez, prolongada hasta hoy.
A tal señor….
Taxi? ¡No, por favor; no me insultés.!
Carlos Pombo se indigna. Cuando yo viajo a España, los españoles me tratan igual (No imagino que españoles son los responsables de poner el listón tan alto). Además, yo soy el Presidente y Carlos el vicepresidente: él hace lo que yo digo.
Efectivamente, Juan Carlos me abre su Mercedes y me lleva l hotel bordeando la playa Pozitos por la espléndida rambla del plata.
He llegado a Montevideo, la ciudad amable.
Cascos
En Montevideo, por la noche y en la madrugada, el viajero se sorprende con un sonido olvidado. El clop-clop de los cascos de un caballo que arrastra el carrito donde se acumula el cartón, los muebles vencidos y una gran parte de la miseria de la ciudad.
Son caballitos humildes, de la raza que olvidó el orgullo bajo el recuerdo del palo. Son el último eslabón de la pobreza, la encarnación de la moderna esclavitud; pero inconscientes.
Mientras la ciudad cambia y se hace mas bella; mientras la rambla se abre al paseo y al sol de otoño; ellos nos recuerdan muchas cosas que no se pueden olvidar.
Es posible que esos humildes caballitos, de andar cansino cuando vuelven a unas cuadras que no llegué a conocer, tengan el secreto de la amabilidad de la ciudad. Sólo es posible, pero me gusta pensar que una ciudad que no ha perdido a los caballos es una ciudad que se acuerda de que tiene que estar al servicio del hombre, que sabe guardar el secreto de la Plaza de Zabala con sus bancos al sol, sus perros, sus niños y sus viejos.
Montevideo debe saberlo, pues el sonido de sus caballos se metió por derecho en una pieza publicitaria que, con orgullo, quiso rendir homenaje a sus miserias; quiso reconocerse en todos sus habitantes sin excluir a nadie.
De esa intención, basada en el sonido de los cascos de un pobre caballo cansado, nació el Grito del Canilla, homenaje a todo un pueblo que quiere ser grande sin olvidarse de nadie.
Es posible, sólo posible, que no se pueda ser más grande.
Mercadillo
Bajando la avenida 18 de Julio se llega al mercadillo de los sábados. Es un mercado de pulgas, de restos y de todo; pero es encantador. Los vendedores hablan contigo como si no estuvieran deseando venderte; como si tu vida les importara y los cachivaches amontonados no existieran.
No les hacen caso, sólo hablan contigo, pero su vida se enreda en ellos: plumas, herramientas, encajes, joyas que esconden nostalgia de fiestas y años mejores. Son las vidas de sus antiguos dueños las que parecen reclamar atención. Sólo al final se atreven a preguntarte: ¿Te llevás algo?.
Por qué leer a Gustavo Bueno en su centenario
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Gustavo Bueno. Fotografía: Moeh Atitar
*© Fernando G. Toledo*
ste 1 de septiembre de 2024 no fue una fecha cualquiera para todo aquel
interesado en las...
bueno papa esto es as escrito es lo que mas me guta por todo los recuerdos que tienes de esos viajes y todos los recuerdos que nosotras tenemos de ellos...espero que te llegue le comentario =)
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