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viernes, 23 de marzo de 2012

Abdeslam L

Este es el Imám que aconseja pegar a las mujeres. Al trullo con él y luego, expulsado de Europa. Sencillo, ¿no?
Abdeslam L es el Imám de Terrasa y un poco hijo de puta, por decirlo claro y sin demasiadas interpretaciones o equívocos. Abdeslam L enseña a sus seguidores y fieles del Islam que eso de zurrar  alas chicas es válido y tolerable a los ojos del profeta. A este hijo d eputa le tendrían que romper la cara unos cuantos matones más fuertes que él y después de pasar una buena temporadita  ala sombra, mandarlo a escardar cebollinos a uno de esos encantadores pedregales de los que ha salido por patas buscando las comodidades del decadente mundo cristiano.
Estoy hasta las pestañas de estas actitudes buenistas con respecto a  la religión: hay que respetar todos los credos y todas creencias; hay que valorar al Islam como una religión de paz – y los pajaritos maman – al cristianismo como nuestras raíces culturales sin recordar que papas y obispos han arrasado países y conducido ejércitos al saqueo y han impuesto su credo a sangre y fuego, que los Sijs son meras curiosidades turísticas en su tempo de oro o que el judaísmo es una religión que no hace proselitismo y por tanto, inofensiva.
Las religiones han sido y son –especialmente el Islam,  con todas las letras y consecuencias de las interpretaciones menos moderadas del Corán y sus extremistas suras – un arma de destrucción masiva; un entorno de deformación intelectual y un germen de extremismos antisociales y muy cercanos a la delincuencia social.
Deforman la mentalidad infantil, separan, divide, odian, discriminan y matan, matan mucho, de manera que cuidado con ellos y en el caso de los seguidores del profeta, mucho código civil y constituciones europeas, sin velos, Nikabs, burkas o palizas consentidas. Aquí no hacemos esas cosas y si las quieren hacer, que se pongan camino de la Meca sin obligar  a sus respetadas, cuidadas y mimadas mujeres a las que dicen respetar mientras les obligan a vivir humilladas, sometidas y vejadas. Vamos a empezar a llamar a las cosas por su verdadero nombre, que ya está bien de hacer el tonto.

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