¿Que se puede esperar de alguien que nos deja a Ana Botella como herencia?
Pues eso...
Gallardón habla de una “violencia estructural” contra las mujeres que les obliga a abortar aunque ellas no lo harían si tuvieran otras opciones. Efectivamente, muchas mujeres que abortan querrían haber tenido educación y medios para no verse sometidas a violaciones y a coitos forzados con maridos violentos; muchas querrían poder elegir libremente su destino sin interferencia de machos dominantes e inseguros que les impone sexualidad y vida.
La mujer, como tendencia, no quiere abortar; la mujer, como tendencia, quiere poder elegir libremente su destino sin depender de una sociedad machista y retrógrada que le impone pautas y conductas no deseadas, pero no le dejan elegir.
Efectivamente, la mujer sufre y padece una enorme violencia estructural que le impide elegir libremente las opciones de su vida, de su trabajo en igualdad de condiciones con el hombre, de su educación, de su desarrollo personal y también, de su maternidad libremente aceptada, buscada y deseada.
Gallardón tiene mucha razón al decir que la mujer sufre violencia por parte de la sociedad, de esa sociedad que él está decidido a imponer modificando la ley del aborto para que sea más difícil que la mujer deje de ser esclava de su destino como reproductora pasiva y sacrificada. Esa es la mentira de su discurso: que sabe que hay violencia y lo que quiere es consagrarla, que una madre forzada es una mujer sometida a la tiranía de su anatomía.
Es la cola del cometa que llega para incendiarlo todo.
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