El día del agua

Curiosamente espero a unos amigos en la esquina de la calle de las Aguas, en el Madrid de San Francisco y es el día del agua. Es el día en el que la ONU decide acordarse de algo tan esencial para la vida que será causa, motor y motivo de las próximas o de las actuales guerras. Hay quien piensa que la eterna guerra de Palestina es una guerra de agua; una guerra de siglos peleando por los exiguos regatos que le quedan al pobre y bíblico río Jordán.

Mientras España se enfrenta a su destino de futuro desierto y miles de millones de seres humanos hacen de la búsqueda del agua su destino diario y los niños condicionan su futuro a su acarreo, la humanidad, el primer mundo que decide el futuro de la humanidad, vive de espaldas a las enfermedades parasitarias y al destino de muerte de sus hermanos.

El agua es vida y se ha convertido en el próximo gran mercado; la panacea del agua alimentará las más abyectas ambiciones humanas como ahora las alimenta el petróleo, que nadie lo dude: nosotros casi seguro y sin duda ninguna nuestros hijos verán cambiar sangre por agua en guerras dirigidas desde los inmaculados despachos de Suiza, Londres y NY.

España permanece ajena al problema mientras la insolidaridad y el derroche señorean los campos. Murcia le pide agua al sediento Aragón mientras los cultivos se anegan cada día dilapidando una gua preciosa bajo la tradición de regar “a manta” verdadera herejía en los tiempos que corren. Con el agua que se desperdicia en cada hectárea de regadío española, se podrían cultivar 100 en Israel. No tenemos arreglo, simplemente.