El tal Pancracio al que la sabiduría popular, no se la razón, atribuye afición al jarro y que ayuda a encontrar trabajo acambio de coñac.
Con la que está cayendo, debe llevar una gloriosa.
Hoy, aniversario de la famosa Pepa que tanto elogian algunos, creo que es bueno recordar que esa constitución recogía la prohibición cualquier culto o religión distinta a la Católica, apostólica y Romana. Es un detalle que le recuerdo a mi amigo Jose Manuel para que lo tenga en cuenta a la hora de recordar tradiciones populares y “libertades” que nunca lo fueron gracias monarcas que prefirieron perder los reinos que reinar sobre herejes. Así nos fue, por cierto.
De la misma manera que la transición post 78 se hizo como se pudo, la Pepa de 1812 tuvo que comerse todos los sapos habidos y por haber a la hora de redactar un texto que, en lo poco que conozco, es una amalgama de contradicciones en las que germinaron casi dos siglos de enfrentamientos entre la acción y la reacción de este país.
No hay que recordar, espero , el papel de la iglesia en esos dos siglos de manera que aquellos que, como mi amigo, no miran atrás a la hora de explicar el momento actual están concediendo demasiada ventaja; tanta ventaja como aportan 20 siglos de ejercicio del poder, confusión y mezcla de lo divino y de lo humano y muchas otras cosas y muchas otras acciones que nada tienen que ver el ejercicio de la libertad.
De todas formas, de una religiosidad popular que aconseja atarle los huevos a un santo, Cucufato, para encontrar objetos perdidos y poner a nadar a otro en coñac, Pancracio, para encontrar trabajo, poco análisis histórico puede esperarse.
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