En una época en la que la política nos da tantos ejemplos de lo que no es bueno, ético o moral, el deporte nos ha traído unos cuantos modelos dignos de ser imitados, ensalzados y potenciados al máximo. Me refiero, entre otros que podríamos citar, a los casos de Guardiola y Raúl.
No soy muy aficionado al fútbol y casi todo lo que me llega de ese entorno suele desagradarme bastante, pero he seguido de refilón –imposible sustraerse al dominio mediático del fútbol en este país – la trayectoria pública de Pep Guardiola y de Raúl, ambos ejemplares en su carrera.
Me imagino que en privado serán más o menos como todos, pero en la faceta pública se han mostrado ejemplares. No es fácil teniendo tanta facilidad para crear polémica, ataques, discusiones y todo tipo de algaradas, mantenerse fríos, educados, inteligentes y lo que es más complicado: enseñando lo que significa el deporte y sus reglas, el respeto que merece el equipo, el compañero y la competición.
Ambos han estado muy por encima de la prensa y de su entorno: han sido modélicos tanto en el triunfo –Pep sólo conoce esa faceta – como en el declive y en el silencio que corresponde ocupar al deportista que ve que un compañero ocupa su puesto porque la edad y el entrenador mandan. Raúl ha dejado una huella enorme de calidad y profesionalidad en una sociedad, la alemana, acostumbrada a la disciplina, el esfuerzo y el conocimiento de las reglas de un club. Pues bien, en dos años, el Shalke 04 se ha rendido.
En cuanto a Guardiola, lo ha hecho todo perfecto en las peores circunstancias mediáticas, en medio de unos periodistas deseosos de pescar en cualquier río revuelto que pudiera generar. Impresionante, caballeroso, irónico, inteligente, deportivo y además, brillante en su trabajo.
España tiene a otros que podemos destacar en muchos deportes, pero hoy, cuando la prensa deportiva naufraga en su propia ignominia, dos deportistas nos han enseñado lo mejor del deporte profesional. Muchas gracias a los dos.
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