Nada

Nada digo y con nada me rebelo, sigo en la lucha y me aprieto porque no hay más nada que me llene. Me como esta nada absurda en la que me han metido con rebeldía y devuelvo una nada teñida de cabreo y rebelión sin expresión; nada de lo que ellos quieren vendrá de mí, pero la nada se apodera de los que no luchan y exhiben su impudor ante la nada.

Hay que escupirle a la cara; hay que mofarse de esta nada contaminante y devoradora de espíritus y silbar y cantar, “que hay ruiseñores que cantan encima de los fusiles y en medio de las batallas”: el destino nos exige, a lo mejor, cantar esperando a la muerte canciones felices de optimismo desbocado.

¡Nada! gritar conmigo y que ese grito estruendoso rompa la nada como en Calanda rompen el día los felicísimos tambores. ¿Qué nada podrá con nuestro aliento? Nada escribo y nada cuento ante la ola, pero mi cuerpo será un número contado entre los muertos que de la nada retornarán un día para alzarse luchando contra nada.

Nada anega los campos yermos de esperanza y nada se rebela dormido ante los miedos. Despertar de esta nada putrefacta y gritar llenos de nada que hay mañana, que tiene que haber mañana, que necesitamos un mañana renovado.

Nada queda que no sea nada ante la nada que viene: seamos nada enamorada, luchadora y preñada de mañana. Nada sea de su nada.