Pues eso, a partirse la cara contra el mundo, que nadie nos ayuda.
Arrecia la tormenta sobre los desprotegidos ciudadanos en forma de constantes noticias sobre el fin de la sensatez, la ética, la lógica e incluso el buen gusto. Indemnizaciones imposibles para los consejeros de Bankia, el malvado –me gusta la expresión por completa, rotunda y autodefinida – portavoz de la Conferencia Episcopal Martínez Camino se sale por la tangente de la polémica del Ibi haciendo un discurso sobre el matrimonio gay y la homosexualidad que podría firmar tranquilo el mismísimo Torquemada y esta anticatólica y degenerada sociedad se gasta la pasta en un juicio contra Javier Krahe por cocinar un Cristo.
¿Qué hacer con nuestra societaria desnudez y desvalimiento? Pues levantarse todos los días para hacer nosotros lo que nos gustaría que hicieran ellos y además de hacerlo con buen espíritu y alegría, escribir agarrados como náufragos a nuestro teclado para ponerlos a caer de un burro.
Señores: nos hemos convertido en gestores de nuestro propio destino y en sufridores y paganos del destino que otros nos fabrican con toda su mala leche, por cierto. No hay nada fuera de nosotros mismos en lo que apoyarse o encontrar ayuda, así que todo el mundo a potenciar la mirada interior y a enfrentarse al mundo con ganas de romperle los dientes todos los días y a decirlo: decir muy claro que no nos van a ganar, que podemos salir y que saldremos, que lo haremos solos mientras nuestros políticos se quedan atrás, cobardes y timoratos, para salir a la luz cuando todo acabe y decir que fueron ellos.
Señores de la cosa pública: no están ustedes a la altura y lo pagarán tarde o temprano. Llegará el día en el que un populista o el pueblo unido arrasará sus posiciones y amanecerá un mañana distinto. Luego no se quejen, que la gente con hambre genera muy mala leche y es culpa suya el hecho de que fuera de los bares, el mundo sea tan hostil.
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