Casi imposible meter más odio en una sola foto.
Por mucho que El Mundo trate de vender la burra de la ética neutralidad del PP con respecto a la vergonzosa ayuda del Estado a Bankia, lo que se nos ha representado hoy en los círculos financieros es la consagración del “cainismo” político con un vencedor claro: Rajoy. Rato paso con deshonor por el Banco Mundial de cuya gestión se hicieron críticas enormes en balances, memorias e informes internos –algo esperpéntico para la institución – y ahora se marcha, “lo marchan” tras ser incapaz de gestionar Bankia de acuerdo a lo que la crisis exigía.
Rato ha actuado, por lo menos públicamente, con una suficiencia y una chulería inadecuada. Se ha colocado por encima de la marea cuando la mierda provenía de su propia casa, pillada hasta las cachas en el ladrillo. Ha tenido la oportunidad y ha fallado, de manera que salvar la institución tiene un precio: la cabeza del enemigo político servida en bandeja de plata al oscuro y silencioso muñidor que habita, como el siniestro nigromante, en el lejano palacio de La Moncloa, cada vez más parecido a un agujero negro: nada sale de allí, ni luces, ni sonidos, ni silencios: todo lo absorbe en su negra realidad.
La política hace extraños compañeros de cama y aún más extraños contendientes, pero tiene una capacidad inmensa para convertir al compañero de partido en enemigo mortal y declarado con el que batallar hasta la última sangre. Rato y Rajoy han urdido y tramado; han conspirado y han traicionado hasta que uno ha vencido al fin y baila sobre el cadáver sin tener en cuenta que siempre hay que estar alerta: al nigromante se opone una hechicera que ahora mismo, hace conjuros para devolver la vida al caído y lanzarlo contra su asesino: Esperanza se llama la venganza. Al tiempo.
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