Un recuerdo de la historia desde la derecha del despacho de Esperanza Aguirre.
Se atreverá la lideresa a transformarse en JEFA. Se verá.
Esperanza tuvo el otro día una respuesta a su propuesta de celebrar la final de la copa a puerta cerrada. Pocas veces un político puede comprobar, de una forma tan directa, inmediata y clara, la opinión de los ciudadanos con respecto a sus ideas, de manera que, sin entrar en el formato, podemos pensar en lo que los coros del Vicente Calderón transmitían a la lideresa.
Esperanza lleva tiempo apostando por hacer valer una línea dura que ella entiende mayoritaria en su partido. Defenestró a Gallardón por tibio, pusilánime y poco mariconcete, que tampoco hay que pedir perdón por ser de derechas y eso del centro suena laxo e indefinido, casi relativista. Se lleva bien, sin pasarse, con Mayor Oreja, pero creo que lo del viernes le ha demostrado que el salto grande ya es imposible, que desde Madrid se ha hecho un número de enemigos superior al de los posibles amigos e incondicionales.
¿Tiene salida Esperanza? Sí, pero no desde el PP. La única salida se encuentra al fondo a la derecha, allí donde habita el miedo que siempre le ha tenido el PP a una escisión por la derecha que aglutine a los más extremistas, a los franquistas de siempre a los que lucían la bandera pegada al cierre del Rolex, a los del Lacoste con la banderita, a esos que siempre pensaron que al pueblo había que atarlo corto mientras ellos que daban al margen y protegidos en el estrecho círculo “de los de siempre”.
La apuesta de Esperanza le ha llevado a las puertas de esa historia donde habita el Jefe, la CEDA y a enfrentarse con el fantasma de Gil Robles. ¿Será la lideresa masacrada por el PP como Gil Robles sufrió la expulsión del franquismo por el contubernio de Múnich?
La lideresa se moverá buscando salidas y de su ingenio populista cabe esperarlo todo, incluso puede que se invente, por fin, a la derecha española, esa que ahora nos dicen que no existe.
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