Se ha convertido en leyenda urbana la historia del conductor que, tras saltarse un semáforo y ser descubierto por la policía, aguanta estoicamente el chorreo y las múltiples recriminaciones del agente durante un buen rato. Cuenta la historia que, agotado el discurso y dejadas las cosas claras sobre las adjetivaciones que merecía la acción, el agente termina diciendo: “Y ahora, voy a proceder a sancionarle” a lo que el conductor, sin dar lugar a ningún tipo de posible réplica, contesta ”Eso sí que no: llevo 10 minutos aguantando la bronca para que no me ponga la multa. O la bronca, o la multa y Vd. ya ha consumido la bronca. Buenas tardes” Dicho lo cual, arranca dejando al agente con dos palmos de narices.
¿A que viene esta introducción? A la sorpresa con la que leo el auto por el que un juez, del que no doy el nombre para que a todos se nos olvide rápido, condena a Jaume Matas a depositar una fianza de tres millones o ingresar en la cárcel. Los comentarios, calificativos y chascarrillos con los que se salpica en auto, me parecen deleznables, por mucho que el sujeto objeto de instrucción sea un pájaro de los de mucho cuidado.
Hace tiempo que los jueces de este país se han salido de los senderos de la normalidad y este detalle no es más que otro adorno de un colectivo que se sabe por encima y al margen de todo. Copio textualmente algunas de las afirmaciones de su señoría “Puede darse por satisfecho con que las acusaciones no hayan interesado una medida cautelar más severa” “es una burla a este juzgado y a los ciudadanos y no se entiende cómo se le ha podido ocurrir a alguien argumentar de esa manera” “quizá sea por ello que le queda poco tiempo para controlar el gasto público” “Es claro que el señor Matas ha venido a burlarse de los simples mortales”
Su Señoría actúa en calidad de juez instructor, por lo que su actuación se orienta a la captación de documentos y testimonios probatorios que sustenten el procesamiento de un acusado; en ningún caso debe acercarse a la emisión de sentencia alguna, ni siquiera mediante la táctica de hacer un rodeo “verbal” para meter morcillas de tan dudoso valor jurídico como las que se han reproducido.
Si cree que el fiscal debía solicitar una medida más dura, tiene cauces para reconvenir, matizar o ajustar las actuaciones del ministerio público; tiene infinidad de recursos procesales para hacer casi cualquier cosa ajustada a derecho, pero la mofa, befa y cuchufleta deberían estar, creo yo, fuera de los textos y resoluciones judiciales.
Todo tiene que ser coherente con el entorno, con el medio natural en el que las cosas ocurren y producirse de forma anómala es condenarse a sí mismo al desprecio de los demás. Supongo que la instrucción del caso habrá supuesto un enorme esfuerzo para este juez; habrá invertido horas, medios, dinero y talento a manos llenas y todo ese capital, toda esa inversión, habrá quedado reducida a dos cosas: un arma arrojadiza a favor del acusado – tiempo al tiempo – y a que, en lugar de comentar la enorme lacra social que supone la corrupción, toda la feria mediática del PP se dedique a despotricar contra el auto y contra el juez olvidando el hecho de que este señor es un chorizo.
Señor Juez: los juzgados son, para los ciudadanos normales de este país, sitios muy serios que asustan un carajo, así que, de la misma manera que no le parecería correcto que alguien se dirigiera a Vd. con el apelativo de “suseño”, haga el favor de guardar su lado jocoso para otros ambientes.
P.D.- Entiendo que, vistas la argumentaciones, el juez tenga ganas de hacer constar que ya está bien de intentar tomarle el pelo como si fuera tonto, pero la judicatura es un cargo que tiene servidumbres que cumplir.