Un amigo que recibe estos comentarios me pide que no hable de política, que su larga trayectoria de lucha y de compromiso llora ante la corrupción generalizada y se deprime al contemplar el panorama de la clase política, así que no hablaré de política, hablaré de la corriente de caos que domina nuestros días y que consigue que todos deambulemos por el mundo como “aventados” necesitados de refugio.
Las turbulencias vaticanas nos llegan como las ondas rebosan un estanque tras una enorme conmoción. Me cansa la demostración de hipocresía y los comentarios sobre las persecución que dicen sufrir. Llevan siglos siendo perseguidores de todo y ahora, apenas la sociedad civil de algunos países pone sobre la mesa la necesidad de actuar conforme a derecho, los curillas levantan los brazos con asombro y lloran como plañideras ante el temor a los códigos civiles. Anda y que les zurzan.
Pero es que hay más, bastante más. La crisis que ha dejado el mundo arrasado parece haber pasado como si nada; dejando un leve recuerdo en las silenciosas moquetas del poder financiero. Ya se han olvidado de que tuvieron que ser salvado por los que ahora desprecian. La maquinaria se permite el lujo de dar lecciones, dirigir las acciones de los gobiernos y despreciar a los ciudadanos. Parace que hemos conseguido atajar las primeras fiebres, pero el absceso permanece y continúa infectando el tejido social. La necesidad de un nuevo sistema, de un modelo original y adecuado a la realidad del mundo actual es obvia, pero ...la nueva doctrina no llega. ¿Será un capitalismo social o un socialismo capitalista? ¿Será una economía controlada por los gobiernos que velarán por al limpieza de las jugadas? No sé lo que llegará, ni cómo lo montarán, pero está claro, meridianamente claro, que el dinero sin control es una fuente incontrolable de conflictos.
El mundo se enfrenta a muchos problemas y el poder, el Poder con mayúsculas, el del dinero, mira hacia otro lado sin darse por aludido. Seguimos centrados en la protección del petróleo y su consumo como eje de las economías, dejando algún sñuelo de vez en cuando para crear la ilusión de que habrá sustituto. El clima avisa, no sé muy bien de qué avisa, pero avisa sin que nadie, de los que importan de verdad, tome medidas.
También nos llegan señales de la miseria de continentes enteros y de la explosiva evolución del integrismo islámico, claramente orientada hacia la guerra.
Hemos perdido las respuestas a las grandes preguntas y el dinero duerme las conciencias para que todo siga dormido, para que millones y millones de personas se den por satisfechos deambulando por al vida como boxeadores sonados que no saben que les han roto la cara
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