ABC remarca, basado en el ejemplo de los que hace y significa Le Pen en Francia, la absoluta necesidad de que en España no se abran más opciones electorales entre el centro y la extrema derecha. Ese 10 o 12% del lepenismo, según ABC, le otorga a la izquierda unos éxitos y réditos que no tendría si Le Pen se fuera a su casa y mirara, tranquilito, las elecciones por la tele.
Esa postura, conocida desde antiguo, pone de manifiesto uno de los graves problemas de la derecha normal de este país: tiene convivir con los homólogos silentes de Le Pen. En España no hay ningún partido que se denomine de derechas en los parlamentos, pero eso no implica que en España no haya votantes de derechas.
¿Razones para que el ABC levante la bandera roja? Varias, pero me inclino a pensar que la coincidencia entre los discurso xenófobos que empiezan a crecer y a tener concejales en Cataluña junto con una crisis laboral galopante, configuran una suma peligrosa. Paro alto más muchos inmigrantes es igual a descontento; es igual a enemigo exterior, igual a cohesión en torno a un líder capaz de mentir, manipular y señalar al ajeno como culpable de grandes males.
España tiene un partido, el PP, capaz de cobijar muchas posturas que en Europa serían consideradas cuasi fascistas, pero es consciente de que su extensa alfombra no puede cubrir esa basura política. Si los extremistas xenófobos salen de la caverna como han hecho en Vic, el peligro de fragmentación del espectro político a la derecha del centro se hace cierto. Copio literalmente un texto de la prensa más facha de internet: “El presidente de la Plataforma por Catalunya (PxC), Josep Anglada, ha afirmado que su formación, que este otoño se presentará por primera vez a las elecciones autonómicas catalanas, puede convertirse en la clave para formar el nuevo Govern.”
Quince mil ciudadanos catalanes votaron, en 2007, en plena bonanza económica, los objetivos de PxC de forma y manera que sus esperanzas en este momento de crisis no son infundadas y es muy posible que las elecciones catalanas dejen al PP, otra vez, colgado de la brocha. La intransigencia de Aznar dio alas a Esquerra de Catalunya movilizando un voto contrario al PP y en las próximas elecciones los votos se fugarán por la derecha de la derecha.
Y si lo pensamos bien, la cosa es lógica y lo es por la ocupación de un espacio que en Cataluña si tiene dueño: Convergencia y Unió, que reconoce su pertenencia a la derecha tranquila y normal; que apoya a la empresa sin que eso signifique masacrar los derechos del trabajador o de los sindicatos y a los que sólo se les va la pelota con el tema del idioma, trinchera que les separa de un sector de la población catalana que hace de ese apoyo una diferencia irrenunciable.
PxC crecerá y cada uno de los votos obtenidos por estos fascistas nos llenará de vergüenza, como al resto de naciones europeas que acogen a las víboras del fascismo en el seno de sus democracias. Contradicciones del sistema que se mantienen, afortunadamente…
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