Un amigo uruguayo me manda un curioso y resumido semblante del nuevo presidente que me hace pensar en la evolución ideológica del ser humano a lo largo del tiempo; dando por sentado que la ideología existe y no se trata de un constructo al servicio de la consecución del poder.
Esa sería la primera gran cuestión: ¿No es el poder, per se, la única ideología y lo demás son adornos y juegos de trileros que distraen nuestra atención? Si repasamos la historia, veremos que las grandes evoluciones conceptuales en el poder han acompañado la deriva de las corrientes sociales dominantes y muy pocas veces las han liderado o creado. Los revolucionarios de los 60 hoy son apacibles ancianos que entienden el juego de otra manera y tratan, muchas veces contra su propia historia, de hacerse creíbles para los que antaño no eran sino piezas de caza enfiladas por su punto de mira. Visto el resultado y la experiencia de los que fueron sus ídolos, no deja de ser una muestra de sensatez. Peor es lo de ETA, que medio muerta, putrefacta y más injustificable que nunca, sigue reclutando subnormales que se dejan manipular por una causa que nunca llegó a ser nada.
Me envía mi amigo – inapreciable fuente de magisterio a la hora de escribir y expresarse como mandan los mejores cánones del periodismo escrito – un par de anotaciones sobre el deseo del Presidente Mújica de seguir habitando su humilde casa y de hacer ostentación de su desprecio por los signos externos asociados al cargo. Con todo respeto, el Sr. Presidente debería tener en cuenta que los signos externos no son propiedad del presidente sino que son la digna representación de un país ante el mundo. ¿Solución? Creo que muy sencilla: si el Sr. Presidente así lo considera oportuno, puede habitar la residencia presidencial los días laborables y buscar refugio en su ranchito cuando el mundo no dirige sus ojos hacia él. Pensemos que a Olof Palme le pegaron un tiro en la boca de una estación de metro y en otros países nórdicos es normal encontrarse a los ministros colgados de los asideros de un colectivo. La Roma republicana, previsores ellos, asignaban a cada cargo los honores públicos de forma automática, pues el individuo, cuando asumía el cargo, asumía lo que se llamaba la “dignitas”, esa parte de la gloria de Roma que acompañaba al cargo y que el sujeto debía engrandecer ejerciendo bien el cargo. No es que éstos sean como las salchichas, que se compran enteras o no se compran, pero el que ejerce la presidencia de una República no puede significar, nunca, un desdoro para el país. Vamos, creo yo.
En cuanto a la postura mantenida con respecto a los poderes económicos, creo que el único loco que puede hacer mangas y capirotes, porque tiene el respaldo de sus inmensas reservas de petróleo detrás, es Hugo Chávez, pero el resto tiene que andarse con pies de plomo para hacer cosas sin enfadar a los amos del dinero. Hoy por hoy, la capacidad que tiene cualquier país para salirse de los adecuados marcos de lo convencional es mínima, que el dinero ha conseguido penetrar hasta los más íntimos tejidos del entramado político. Ni una broma con las cosas de comer.
Desde aquí, al otro lado del charco, sí hay una cosa que parece no tener disculpa y que mi amigo me confirma que es objeto de habladurías y rumores. Las fotos que he visto no hablan de alguien que sea muy aficionado al jabón y eso si que es imperdonable. Nunca, bajo ningún concepto, presión o circunstancia, la ideología, cualquier ideología por extrema que ésta sea, puede estar reñida con la higiene personal. Sr. Presidente, desde el máximo respeto al cargo: puede Vd. vivir o no vivir en el palacio; puede ponerse o no ponerse corbata; puede, incluso, llegar a su despacho dando un paseo al sol de la mañana después de desayunar en el bar de siempre, pero jamás- repito, jamás – puede Vd. dejar un rastro de olor a choto por el mundo. Mi amado Uruguay no se lo merece, que bastante castigo le ha deparado ya la historia como para que ahora, cuando el pueblo espera el agradable olor de la esperanza inundando el país, se encuentre con una insoportable peste a sobaco mal lavado.
Mi querido Guillermo: un abrazo cordial y cariñoso desde la añoranza del mercado antiguo, la rambla y la Plaza de Zabala.
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LA VERDAD ES QUE ESTE POBRE HOMBRE TIENE MAS PINTA DE LIDER SINDICAL DEL SECTOR DE LA MINERIA DE LA MAS PROFUNDA CUENCA ASTURIANA,QUE TODO UN PRESIDENTE.
ResponderEliminarNO SABEMOS SI SU DECISION DE VIVIR EN SU HUMILDE MORADA ES CIERTA O SOLO PURA CHARLATANERIA.
TODOS LOS CARGOS PUBLICOS ACARREAN UNAS OBLIGACIONES,NO SOLO DE DONDE VIVIR O NO,SI NO DESDE EL PUNTO DE VISTA ESTETICO.RECORDEMOS LO CRITICADO QUE FUE EVO MORALES,CON SU FAMOSO JERSEY BOLIVIANO.ÈL SE JUSTIFICO ARGUMENTANDO,CREO RECORDAR,QUE ERA UNA PRENDA BASICA DE SU PUEBLO.NO SE SI CREERLO DEL TODO,CONOZCO A ALGUN BOLIVIANO QUE DISIENTEN DE ESA AFIRMACION.
DE TODAS FORMAS,CENTRANDONOS EN EL TEMA DE LA HIGIENE,QUE ME PARECE BASTANTE IMPORTANTE,IMAGINO QUE SUS ASESORES,QUE AUNQUE SEAN MUY HUMILDES EXISTIRAN LE ASESORARAN EN ESTE ASPECTO,SOBRE TODO DE CARA AL EXTERIOR DE SU PROPIO PAIS.
BUENO,QUE ME EMPIEZO A IR POR LOS CERROS DE UBEDA,COMO DECIA AQUEL..
UN SALUDO Y ME ENCANTA LEERTE,AMIGO..LAREINA
La dignidad de su cargo lleva consigo unas normas externas. Lo importante son los hechos y si este señor cumple con sus deberes debe incluír entre ellos el de una presencia limpia que trasluzca la transparenia de sus actos.
ResponderEliminar5 de Marzo 2010 a.m.