11 de Marzo
Ahora, muchos años después de que España recorriera el delgado alambre de la transición, me cuentan una historia que viene a confirmar una teoría antigua y muy personal que es considerada muy incorrecta. Lo que sostengo, básicamente, es que la transición se hizo porque no intentamos diseñar un plan estratégico complejo y definido; porque nadie intentó aplicar un manual de instrucciones venido de no se sabe dónde. Se hizo sabiendo que lo importante era no acabar a bofetadas y se hizo porque la izquierda, básicamente, puso su norte en la democracia y no en la justicia, pero se hizo. Gracias a esa carencia de planes estrictos la cosa transcurría “manga por hombro”, pero a satisfacción de casi todos y sin tocar demasiado las narices a quienes mantenían una peligrosa tendencia a salvarnos a todos de nosotros mismos.
En estos días estamos viendo los múltiples problemas que acarrea la aplicación de la famosa Ley de la Memoria Histórica y me gustaría comparar estas tensiones con los tranquilos resultados que tuvo la aplicación del sentido común y la búsqueda de la línea de menor resistencia.
Si nos retrotraemos a 1989, a la ciudad de León, el paisaje ciudadano nos recordará a las películas costumbristas del estilo de Mi Querida Señorita, con sus matrimonios de paseo por el centro, los vinos de domingo a las dos, señoras del ropero de la parroquia y algunos melenudos que protestaban de vez en cuando por no se sabe muy bien qué.
En ese paisaje y paisanaje aterriza un alto cargo de la Administración que tiene que ocupar las dependencias oficiales decoradas con el innoble escudo al que muchos llamábamos, y seguimos llamando, “del aguilucho”. Este alto cargo, henchido de espíritu democrático ya consagrado y superviviente del 23 F de 1981, decide quitarse esa constante fuente de sarpullidos dérmicos y empieza a evacuar consultas técnicas cuyo fin último se dirige a llevar el puñetero escudo al vertedero más próximo, pero sin que se note demasiado.
Los arquitectos estudian, miran planos, dan vueltas: se les nota incómodos con el encarguito y empiezan a marear la perdiz con las cargas estructurales, la junta de la trócola y la resistencia de los materiales. Hay que recordar que los arquitectos pertenecen a las fuerzas vivas y a las “familias de bien de toda la vida” y pueden verse señalados de por vida como los ejecutores de Franco.
En ese marasmo de indecisiones y falta de firmas, a mi amigo se le ocurre llamar a otro amigo (¿que sería d este país sin los amigos que tienen amigos?) que se dedica a la escultura y que no tiene problemas para ayudar a la mejora del paisaje ciudadano quitando de la vista al susodicho esperpento. Dicho y hecho: se encargan los trabajos de limpieza de fachada, se ponen los consabidos andamios y lonas y para sorpresa de todos, cuando todo aquello se retira, el escudo se ha transformado y lo que ahora luce en la fachada es un magnífico escudo constitucional. ¿Cómo? Repasemos una imaginaria transcripción de la conversación sobre el tema:
a.- Chico: ¿tú sabes cómo cuerno me puedo cargar el escudito de las narices? Me tiene frito y no lo consigo.
b.- Déjame ver….Sí, seguro: sin problemas. Si me pones un buen andamio te lo camuflo con resina de color bronce y lo convertimos en un escudo constitucional con todas las de la ley.
a.- ¿Me lo juras? Así, ¿tan fácil?
b.- Hombre, no jodas, tan fácil no, que hay un curro de bigote; pero vamos, en una semana, lo tienes listo.
a.- ¿Cuándo empiezas?
Sin alharacas, sin ruidos ni toques de fanfarrias, sin multitudinarios actos de fe; actuaciones como esta se hicieron miles y España cambió, la luz entró por las ventanas y nos acostumbramos a que el otro también podía tener razón.
A todos los que en silencio y trabajando nos hicieron sentirnos orgullosos de lo que habíamos hecho entre todos, muchas gracias. Aunque lo hicieran sin un plan estratégico elaborado por una importante consultora americana.
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Gustavo Bueno. Fotografía: Moeh Atitar
*© Fernando G. Toledo*
ste 1 de septiembre de 2024 no fue una fecha cualquiera para todo aquel
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Los que de verdad contribuímos al cambio fuimos los que las pasamos canutas y fuimos lo suficientemente honrados y valientes para reconocer que tanto "los unos" como "los otros sufrimos en nuestra propia carne los horores de una guerra civiol.13-03-2010. a.m.
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