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jueves, 11 de marzo de 2010

La Ley del Sentido Común

11 de Marzo


Ahora, muchos años después de que España recorriera el delgado alambre de la transición, me cuentan una historia que viene a confirmar una teoría antigua y muy personal que es considerada muy incorrecta. Lo que sostengo, básicamente, es que la transición se hizo porque no intentamos diseñar un plan estratégico complejo y definido; porque nadie intentó aplicar un manual de instrucciones venido de no se sabe dónde. Se hizo sabiendo que lo importante era no acabar a bofetadas y se hizo porque la izquierda, básicamente, puso su norte en la democracia y no en la justicia, pero se hizo. Gracias a esa carencia de planes estrictos la cosa transcurría “manga por hombro”, pero a satisfacción de casi todos y sin tocar demasiado las narices a quienes mantenían una peligrosa tendencia a salvarnos a todos de nosotros mismos.
En estos días estamos viendo los múltiples problemas que acarrea la aplicación de la famosa Ley de la Memoria Histórica y me gustaría comparar estas tensiones con los tranquilos resultados que tuvo la aplicación del sentido común y la búsqueda de la línea de menor resistencia.
Si nos retrotraemos a 1989, a la ciudad de León, el paisaje ciudadano nos recordará a las películas costumbristas del estilo de Mi Querida Señorita, con sus matrimonios de paseo por el centro, los vinos de domingo a las dos, señoras del ropero de la parroquia y algunos melenudos que protestaban de vez en cuando por no se sabe muy bien qué.
En ese paisaje y paisanaje aterriza un alto cargo de la Administración que tiene que ocupar las dependencias oficiales decoradas con el innoble escudo al que muchos llamábamos, y seguimos llamando, “del aguilucho”. Este alto cargo, henchido de espíritu democrático ya consagrado y superviviente del 23 F de 1981, decide quitarse esa constante fuente de sarpullidos dérmicos y empieza a evacuar consultas técnicas cuyo fin último se dirige a llevar el puñetero escudo al vertedero más próximo, pero sin que se note demasiado.
Los arquitectos estudian, miran planos, dan vueltas: se les nota incómodos con el encarguito y empiezan a marear la perdiz con las cargas estructurales, la junta de la trócola y la resistencia de los materiales. Hay que recordar que los arquitectos pertenecen a las fuerzas vivas y a las “familias de bien de toda la vida” y pueden verse señalados de por vida como los ejecutores de Franco.
En ese marasmo de indecisiones y falta de firmas, a mi amigo se le ocurre llamar a otro amigo (¿que sería d este país sin los amigos que tienen amigos?) que se dedica a la escultura y que no tiene problemas para ayudar a la mejora del paisaje ciudadano quitando de la vista al susodicho esperpento. Dicho y hecho: se encargan los trabajos de limpieza de fachada, se ponen los consabidos andamios y lonas y para sorpresa de todos, cuando todo aquello se retira, el escudo se ha transformado y lo que ahora luce en la fachada es un magnífico escudo constitucional. ¿Cómo? Repasemos una imaginaria transcripción de la conversación sobre el tema:

a.- Chico: ¿tú sabes cómo cuerno me puedo cargar el escudito de las narices? Me tiene frito y no lo consigo.

b.- Déjame ver….Sí, seguro: sin problemas. Si me pones un buen andamio te lo camuflo con resina de color bronce y lo convertimos en un escudo constitucional con todas las de la ley.

a.- ¿Me lo juras? Así, ¿tan fácil?

b.- Hombre, no jodas, tan fácil no, que hay un curro de bigote; pero vamos, en una semana, lo tienes listo.

a.- ¿Cuándo empiezas?
Sin alharacas, sin ruidos ni toques de fanfarrias, sin multitudinarios actos de fe; actuaciones como esta se hicieron miles y España cambió, la luz entró por las ventanas y nos acostumbramos a que el otro también podía tener razón.
A todos los que en silencio y trabajando nos hicieron sentirnos orgullosos de lo que habíamos hecho entre todos, muchas gracias. Aunque lo hicieran sin un plan estratégico elaborado por una importante consultora americana.

1 comentario:

  1. Los que de verdad contribuímos al cambio fuimos los que las pasamos canutas y fuimos lo suficientemente honrados y valientes para reconocer que tanto "los unos" como "los otros sufrimos en nuestra propia carne los horores de una guerra civiol.13-03-2010. a.m.

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