Desde 1841 navega por las aguas del Mediterráneo una tartana que se ha enamorado del viento y de la luz, de forma que ha conseguido alimentarse de ellos para prolongar su vida gracias a la magia de las palabras a las que debe su vida. No sabemos lo que quiere decir, pero todos estaremos de acuerdo en que algo que debe ser nombrado como “falucho aparejado de místico” no puede evaporarse sin dejar huella o pudrirse en olvidados malecones de puertos sin historia.
El Rafael Verdera es el navío más antiguo que navega de forma continua y todavía hoy, algunos afortunados, se dejan acunar en su bodega por las olas del Golfo de León y por otras aguas en las que realiza singladuras turísticas que nada tienen que ver con sus proletarios orígenes. Nació para hacer la ruta de la sal entre Ibiza y Barcelona, trayecto que se recuerda todos los años con una regata que suele dar lugar a numerosas historias contadas en los Clubs Náuticos de toda la costa del levante español. El Rafael Verdera se apunta casi todos los años para enseñar a los navíos más jóvenes la mejor forma de dejarse llevar por los vientos que se encuentran.
Tuve la oportunidad, hace ya demasiados años, de pisar su cubierta y oler la cera antigua que impregnaba su bodega, hoy convertida en camarote comunal donde descansar de las jornadas de sol y viento; mar y ballenas que constituyen su trabajo de hoy.
El mar es mágico, es poder, es sueño y es aventura, pero también es creación y ha creado un lenguaje que únicamente los que saben distinguir el viento que sopla con sólo escuchar lo que su piel les dice son capaces de usar con propiedad. El lenguaje del mar, de los barcos y de las rutas comerciales es un lenguaje que se debe dominar desde la vida y es imposible aprender desde los libros. Cada término, para los privilegiados que se han iniciado, despierta un recuerdo, un momento, una ola, un viento, una luz y un paso más en su camino vital. Para los otros, para los que, con envidia, los leemos y tratamos de saber qué forma de vivir aporta la palabra, los significados se quedan en palabras que hablan de palabras, pero sin vida.
Envidio, con la más envidiosa de las envidias, a los que al oír cualquiera de esa palabras que yo no sé lo que significan, entornan los ojos y se dejan llevar allí donde yo no he estado y reviven un olor; un movimiento, una luz y una mirada que, saltando por la borda, quería enamorarse de un amanecer traído por los suaves alisios de Diciembre.
Las palabras del mar son conjuros que evocan vivencias, no letras ordenadas en un libro. Cuando alguien quiere ordenar sus letras en el diccionario, invocan a los céfiros y ellos borran la tinta de los libros para que sólo los hombres puedan vivir lo que las palabras recuerdan.
Si alguien quiere revivir el privilegio de navegar llevado por este maravilloso barco, que investigue las muchas posibilidades que se le ofrecen en: http://www.rafaelverdera.com/
Nota: Como el autor sólo sabe de mar por su pasión, que es tan grande como su desconocimiento, me permito copiar lo que otra Web de mar explica sobre el Rafael Verdera y su aparejo, que no debe ser muy sencillo de catalogar.
En el historial de la embarcación existen algunas sombras en cuanto a su aparejo original. Está documentado que fue construída en Ibiza, siendo botada el 15 de abril del año 1841. Esto lo convierte en el barco en activo más antiguo de nuestra bandera. En cuanto al aparejo, en distintos documentos de la época existen contradicciones, pues unas veces lo llaman tartana, otras falucho y también balandra. El documento más confuso es un asiento oficial que lo clasifica como un "falucho de madera aparejado de místico", algo imposible ya que de "falucho" o de "místico" son dos maneras distintas de aparejar.
Ëste me ha gustado de verdad, se te nota que te gusta mucho. Me mola
ResponderEliminarCreo que hace días te hacía un comentario en otro post tuyo que hablabas de ilusión y yo me permitía introducir la pasión como otro de los motores de la vida. Hoy, en este escrito hay pasión, mucha pasión por un anhelo, por un deseo.
ResponderEliminarSegún donde se ha vivido en contacto con el mar por primera vez, nos quedamos para siempre con una sensación de asombro y de recogimiento que vivirá con nosotros para siempre.
ResponderEliminarAdoro el mar y no puedo describir ni contar las horas que he pasado contemplándolo embelesada. Veo la espuma rompiendo en las rocas dibujando figuras siempre cambiantes.
Emocionante tu relato.Me ha gustado muchísimo.Gracias. 27-marzo-2010 A.M.