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domingo, 28 de marzo de 2010

Desperdicio




La publicación de una serie de películas recuperadas de archivos antiguos y la serie estrella de la temporada, The Pacific, me ponen, una vez más, ante el absurdo desperdicio que supone la guerra. Uno de los veteranos americanos de la guerra del pacífico comenta, al referirse a la experiencia de su primer desembarco, que “al ver toda aquella destrucción me di cuenta, por primera vez, del derroche de vidas, material y esfuerzo que supone la guerra”.
La guerra, todas las guerras, incluidas las docenas que ahora están consumiendo vidas y dinero en cualquier parte del mundo, suponen la más absoluta degeneración del espíritu humano; la liberación del mal sobre la faz de la tierra. Hay pensadores que justifican la guerra en función de determinadas situaciones, pero no alcanzo a imaginarme que otra circunstancia, fuera de la más necesaria e imprescindible defensa, puede justificarla.
La guerra es el absurdo y dentro del absurdo, crece una paradoja que revela el grado de locura que se alcanza en la guerra: la consecución de grandes logros intelectuales aplicados a la locura colectiva. ¿Un ejemplo de esos que se quedan como resumen en el recuerdo? La segunda guerra mundial comenzó en 1939, momento en el que alguno de los ejércitos contendientes tenían biplanos de tela y la caballería polaca lanzó la que se conoce como la última carga de la historia militar: acabó hecha papilla por las ametralladoras alemanas. La segunda gerra mundial acabó con el lanzamiento de la bomba atómica (Little Boy) desde el Enola Gay el 6 de Agosto y la bomba Fat Man (en la foto) puso el punto final el jueves 9 de Agosto, por si las moscas.
En seis años de contienda la humanidad desarrolló tecnología suficiente para llegar a la luna, producir aviones a reacción y destruir el planeta; pero décadas después nos enfrentamos a los mismos problemas que nos persiguen desde hace siglos y que, de vez en cuando, hacen que la tensión acumulada explote en forma de guerra.
Ahora mismo se están incubando tensiones que pueden - esperemos que no - ponernos a las puertas de otro conflicto global. La humanidad descubrió las carnicerías masivas en la primera guerra mundial, las perfeccionó en la segunda y hoy, cuando en Irán gobierna un enloquecido con el la peor versión del Corán en la cabeza, todos estamos en riesgo de que esto acabe fatal una vez más.
No quiero insistir en que la base de ese conflicto será, como si los siglos no nos hubieran enseñado nada, la religión y las diferencias insalvables entre las tres religiones del libro; pero sí quiero insistir en que ahora mismo hay mucha más inteligencia, dinero, recursos e interés en desarrollar armamento que en solucionar enfermedades, pobreza, injusticias o problemas internacionales entre las naciones.
Si alguien quiere hacerse una idea real de lo que hablo, tamién hay documentales que nos cuentan las maravillas tecnológicas aplicadas a la construcción de submarinos (me interesan los submarinos de una forma inexplicable y enfermiza), portaviones, barcos de guerra, aviones y tanques. Los veo atentamente y siempre, sin excepión, la conclusión es la misma: ¡que desperdicio!.

1 comentario:

  1. Egoísmo, afan de protagonismo, avaricia, odio, fanatismos de toda clase, locura, maldad innata y enfermiza y...!cuánto dolor!, cuánta desesperación, cuánta miseria.
    Estamos a merced de unos cuatos monstruos que pueden decidir en cualquier momento y para su propia satisfacción volatilizar al mundo y a todos sus habitantes. !La razón de la sinrazón !
    A pesar de todo confío que esto no ocurrirá.
    23 de Abril de 2010 A.M.

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