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domingo, 14 de marzo de 2010

Y Obama se miró al espejo…

14 de marzo


Leo en El País un extenso artículo sobre la corriente de exhibicionismo que se desarrolla en los USA. Bajo el slogan de “un derecho que no se usa, es un derecho que se pierde” los americanos mas americanos de todos, esos que responden al estereotipo de la bandera confederada , pelo corto y barbacoas en el jardín, exhiben sus armas cortas en público para recordarnos a todos que ellos siguen viviendo en la frontera.
Es un derecho válido, dice el artículo, en 43 de los 50 estados, porcentaje espeluznante para un europeo normal firmemente convencido de que esos juguetitos son peligrosos per se, pero que los que las compran y usan, son mucho más peligrosos todavía.
La corriente toma fuerza anticipándose a la remota posibilidad de que la administración demócrata restrinja el uso y endurezca las condiciones de compra. ¿Alguien ha entrado en las tiendas de armas de USA? Acostumbrado a ver armas en El Corte Inglés y en tiendas dedicadas a la caza en España, el contraste es espectacular. Aquí las escopetas y los rifles se muestran como se muestran las obras de arte, con sus cañones pavonados y sus grabados en las placas de plata de los guardamanos. Rifles Express que son unas muestras de artesanía preciosas cuyo precio, prohibitivo, habla de actividades muy selectas y restringidas. Si alguien quiere hacer la prueba, verá que la impresión general no es violenta, no hay agresión latente, hay una cierta concepción de deporte que lo impregna todo como una corriente subterránea.
Si hacemos lo mismo en USA, el estómago se pone de punta inmediatamente al entrar en cualquiera de las enormes tiendas abarrotadas de armas - largas y cortas - cuya función se revela clara y sin tapujos: matar seres humanos, ni más ni menos. En paredes y armarios se ven armas militares que reconocemos de las películas, todas colocadas tras unas gruesas rejas, muy carcelarias ellas.
¿Cuál es la razón de este resurgimiento del barbarismo más extremo? Sólo una: que en la Casa Blanca se ha instalado un Presidente demócrata que está sufriendo lo que ninguno de sus predecesores ha tenido que sufrir. Se le ha discutido todo, hasta la nacionalidad. Le han llamado terrorista filoterrorista; le han llamado asesino Stalinista sólo porque intenta que un 30% de los estadounidenses no mueran sin asistencia sanitaria por el hecho de ser pobres y no poder pagar seguros prohibitivos. A Obama le han tirado con todo y ahora movilizan ese atavismo de las pistolas en su contra; lo peor de un gran país se moviliza apoyado por los medios más reaccionarios, intransigentes y neofascistas; el moderno KKK quema sus cruces en los platós en lugar de quemarlas en los campos de Alabama.
La América profunda, esa que consigue darnos miedo desde las películas americanas pide atención desde hace meses; no quiere que pensemos que está dormida u olvidada. Se ha puesto en marcha y tiene apoyos, muchos apoyos que desean lavar la ofensa de haber perdido el poder. Mientras tanto, Obama se ha mirado al espejo y ha descubierto que es negro; que sigue siendo un negro que se enfrenta, casi en solitario, a las más profundas raíces del odio.

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