Niña portando el hiyab islámico tras un sesudo proceso de decisión realizado en entera libertad. ¿Dónde está la libertad de su infancia? Alguien se la ha robado y lo que es peor: le robarán su vida. Ya está sentenciada.
Ya tenemos otro curioso caso de atención mediática sobre una conducta errática, aparentemente inocente y sencilla que, de repente, se convierte en el eje de todos los comentarios, medios de comunicación y debates políticos que tratan de llevar ascuas a sardinas distintas cuando sólo debería haber una sardina.
Por partes: un menor, una menor en este caso, no suele ser libre: suele ser el resultado de distintas comidas de tarro que ha asumido de mejor o peor manera.Los que, como Moncho Alpuente cuenta en su libro “Hablando Francamente”, nos dimos cuenta de que la religión católica nos pedía, tal y como nos hacían ver en los libros esos de los niños santos que pedían más llamas en su martirio, demasiado; lo tuvimos claro muy pronto y supimos que la cosa no iba con nosotros, pero veo que a la gente se le oscurece la visión. Estamos hablando de una niña de familia musulmana –de entrada, jardín jodido para cultivar la libertad – matriculada en un centro que, me imagino que hasta el colodrillo de niños con gorras de beisbol o gorras de rastafari o pasamontañas ultras, decidió prohibir llevar cualquier cosa en la cabeza. Y punto. Lentejas. La niña, iluminada por la sacrosanta visión de Alá, decide ponerse no sé que mierda de pañuelo en la cabeza. Fácil: el padre queda obligado a hacer que su hija cumpla el reglamento del centro mientras está en edad de asistir –OBLIGATORIAMENTE –a clase. ¿No quieres? Todos de vuelta a casita, donde seréis recibidos como héroes. Una menos.
Segunda: curioso el despliegue de medios jurídicos y económicos para llevar el caso a todos los tribunales. ¿No hay ningún interés religioso con poder económico detrás? Pregunta.
Tercero: ¿Por qué son siempre las niñas y las mujeres las que tienen esos problemas de falta de libertad? ¿No será que los que tienen muchos muchos problemas con la libertad de sus hijas y sus mujeres son los hombres que imponen la religión musulmana y sus formas externas de exhibición? Estoy hasta la boina de que sean ellas las que tienen que llevar pañuelo o burka, hacer deporte con anorak, taparse la cabeza desde que son niñas de pocos años: que se pongan ellos el velo, el burka o una sardina en el trasero y que dejen en paz a las chicas, cuerno.
Cuarto: En edificios, escuelas e instituciones públicas ni un solo símbolo religioso, ni crucifijos, ni candelabros de siete brazos, ni….pollas en vinagre.
Quinto: A ver si la prensa de este país deja de hacerle el caldo gordo a los extremistas del libro y contribuye a fomentar una sociedad civil laica y tranquila, ajena a las cuestiones religiosas que sólo afectan al ámbito de lo privado y nunca, he dicho nunca, deben trascender ese terreno.