Un volcán de Islandia se despereza, lanza al aire unos cientos de miles de millones de toneladas de escombros, piedras, cenizas y otras cosas molestas, y la navegación aérea se paraliza. Europa no vuela, así de simple, los pasillos aéreos se colapsan y los viajeros se amontonan en hoteles y aeropuertos con cara de asombro sin poderse creer que algo así sea posible. Nos hemos instalado en un limbo de ficticia seguridad que, cuando pasan estas cosas, se desmorona y deja entrar el frío hasta lo más hondo de nuestras osamentas.
Hoy es un volcán; uno solo de los cientos que pueden, sin demasiado esfuerzo, mandarlo todo al mismísimo carajo y dejarnos sumidos en la oscuridad. La tierra está viva, se mueve y respira; su corteza es inestable y llena de peligros, movimientos y convulsiones que no tienen en cuenta nuestra fragilidad.
Estamos acostumbrados a creer que lo que vemos ha estado siempre igual, que permanecerá igual y que nuestra vida no deberá enfrentarse a los terribles cambios que sabemos que han ocurrido anteriormente. Si le preguntamos a la población que vive bajo el volcán, todos nos mirarán asombrados si les preguntamos por su miedo a las erupciones. ¿Volcán? Parece que no lo ven y son millones, millones de personas, las que se ven amenazadas desde México D.F a Nápoles; Malasia, Java, Indonesia, Centro y Sur América, EEUU, África etc todos son lugares con actividad volcánica que, lo sabemos con certeza, algún día pueden reventar y lanzar al cielo las cenizas que ahogarán la vida.
Mientras tanto, dependemos de una capacidad tecnológica muy frágil que nada puede frente a volcanes, huracanes, maremotos y demás fuerzas de la naturaleza que nos sacuden con violencia. Somos pequeños frente a ella y estas cosas nos lo recuerdan de vez en cuando. Hay que acostumbrarse a ocupar el lugar que nos corresponde y no intentar mear fuera del tiesto, con toda humildad.
Sería absurdo, y por esto necesario, hacer un monumento al volcán cuando cada volcán es un monumento per se. Crea y destruye a la par como si de una diosa hindú se tratara: regenera. Por eso los volcanes son místicos, porque dependiendo de su humor te dejan freír un huevo a su vera o te fríen como un huevo. Voto por asentar ciudades en cráteres de volcanes para que la gente se sienta más viva, y que a falta de cruces, haya alguien más a quien agradecer el nuevo día.
ResponderEliminarAh, destrucción del universo con la sencillez de un gesto – Lepoldo María Panero.