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martes, 22 de febrero de 2011

23-F

Un militar de opereta entierra los sueños golpistas de un ejército fascista.
Era la España de 1981.

Hace ya 30 años y todavía recuerdo, con toda nitidez, el temor que anidaba en nosotros durante aquellos días. Recuerdo las expresiones manejadas en la prensa que mencionaba “el ruido de sables” con el que se expresaba el descontento de los militares fascistas, la operación Galaxia, el colectivo Almendros, las fotos del general de la Brunete con los tanques formados haciendo de decorado; recuerdo a mis amigos en la mili contando cosas que jamás salieron en el juicio, recuerdo mi absoluto temor durante la noche del 23 de febrero de 1981.
Es una fecha mítica que jamás olvidaremos los que vivimos aquella farsa de vodevil que puso fin al ejército de Franco y que puso de manifiesto su anacronismo, su absoluta lejanía de la realidad; que demostró que ese ejército consagrado a la glorificación testicular en lugar de a la profesionalidad y a la preparación, debía desaparecer.
Tejero, hoy, no sería nada. Tejero, entonces, llevó a cabo la última representación de un ejercito africanista heredero de Millán Astray, de Franco y de las peleas con las cabilas rifeñas de Abd-el-Krim que nuestros profesores de historia se empeñaban en vilipendiar. Tejero ya había sido descrito en La forja de un rebelde y sólo esperaba ese momento para inmolarse en su sueño de patriota excelso salvador de almas.
Han pasado 30 años y aquellas horas siguen demostrando, en todos sus documentos, el nivel de un ejército y de unos conspiradores que nunca soñaron con alcanzar más gloria que la obtenida mediante la destrucción, los tiros y las amenazas. Intentaron resucitar una España muerta y lo que hicieron fue enterrarla para siempre.
Con el 23 F se acabó todo el movimiento golpista avergonzado de su propio histrionismo y falta de seriedad. Aquel prehistórico “Se sienten, coño” rasgó los velos del sagrario y nunca más, desde ningún púlpito, desde ninguna tribuna, nadie, nunca, ha podido salvar el más leve rastro de honor militar presente en aquella acción.
Luego vino un juicio y la demostración de que entre traidores, también hay clases: las secuencias de todos los imputados negando el protocolo y la jerarquía militar a Alfonso Armada son toda una enciclopedia de códigos militares, pero de aquel 23 F recuerdo la calma, la inmensa calma y el dulce abandono que me sobrevino al ver el discurso del Rey en la televisión.
Desde aquél momento la marea cambió y las horas siguientes dieron lugar a la culminación del esperpento: guardias civiles saltando por las ventanas; el pacto del capó; los saludos falsamente honorables de Tejero a los que salían del Congreso: el fin de todo. Y nunca más un ejército de opereta y espadones decimonónicos tomó parte en la vergüenza nacional.
Hoy, 30 años más tarde, nuestras fuerzas armadas han protagonizado la evolución más espectacular, loable y meritoria de nuestra democracia: hoy es la UN la que condecora a la Legión como fruto de su trabajo en aras de la paz. Realmente impensable, pero ejemplar.

Apunte histórico para los que no lo vivieron: copio el bando de Milans del Bosch, Capitán General de Valencia para que nadie tenga dudas de por dónde ban los tiros. Ni una broma con lo que estos señores pretendían.
«Capitanía General de la III Región Militar. Excelentísimo don Jaime Miláns del Bosch y Ussía, teniente general del Ejército y capitán general de la III Región Militar. Hago saber:

Ante los acontecimientos que se están desarrollando en estos momentos en la capital de España y el consiguiente vacío de poder, es mi deber garantizar el orden en la Región Militar de mi mando hasta que se reciban las correspondientes instrucciones de Su Majestad el Rey. En consecuencia dispongo:
Artículo Primero. Todo el personal afecto a los servicios públicos de interés civil quedan militarizados con los deberes y atribuciones que marca la Ley.
Artículo Segundo. Se prohíbe el contacto con las unidades armadas por parte de la población civil. Dichas unidades repelerán sin intimidación ni aviso las agresiones que puedan sufrir con la máxima energía. Igualmente repelerán agresiones contra edificios, establecimientos, vías de comunicación y transporte, servicios de agua, luz y electricidad, así como dependencias y almacenes de primera necesidad.
Artículo Tercero. Quedarán sometidos a la jurisdicción militar y tramitados por procedimiento sumarísimo todos los hechos comprendidos en el artículo anterior, así como los delitos de rebelión, sedición y atentado o resistencia a agentes de la autoridad, los de desacato, injuria, amenaza o menosprecio a todo el personal militar o motorizado que lleve distintivo de tal, cualquiera que lo realice, propague, incite o induzca. Igualmente, los de tenencia ilícita de armas o cualquier otro objeto de agresión
Artículo Cuarto. Quedan prohibidos los ‘lock out’ y huelgas. Se considera como sedición el abandono del trabajo, siendo principales responsables los dirigentes de sindicatos y asociaciones laborales.
Artículo Quinto. Quedan prohibidas todas las actividades públicas y privadas de todos los partidos políticos, prohibiéndose igualmente las reuniones superiores a cuatro personas, así como la utilización por los mismos de cualquier medio de comunicación social.
Artículo Sexto. Se establece el toque de queda desde las 21 a las 7 horas, pudiendo circular únicamente dos personas como máximo durante el citado plazo de tiempo por la vía pública, y pernoctando todos los grupos familiares en sus respectivos domicilios.
Artículo Séptimo. Sólo podrán circular los vehículos y transportes públicos, así como los particulares debidamente autorizados.
Permanecerán abiertas únicamente las estaciones de servicio y suministro de carburante que diariamente se señalen.
Quedan suprimidas la totalidad de las actividades públicas y privadas de todos los partidos políticos.
Artículo Octavo. Todos los Cuerpos de Seguridad del Estado se mantendrán bajo mi autoridad.
Artículo Noveno. Igualmente, asumo el poder judicial, administrativo, tanto del ente autonómico y los provinciales y municipales.
Artículo Décimo. Estas normas estarán en vigor el tiempo estrictamente necesario para recibir instrucciones de Su Majestad el Rey o de la superioridad.
Este Bando surtirá efectos desde el momento de su publicación.
Por último, se espera la colaboración de todas las personas, patriotas, amantes del orden y de la paz, respecto de las instrucciones anteriormente expuestas.
Por todo ello termino con un fuerte ¡Viva el Rey! ¡Viva por siempre España!
Valencia, a 23 de febrero de 1981.
El teniente general Jaime Miláns del Bosch.

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