Leo que las televisiones privadas andan subiéndose por las paredes ante la postura de la TVE en las negociaciones por los derechos del fútbol. Son las mismas televisiones y operadoras que le aplaudieron a Álvarez aquella famosa ley del interés general que limitaba la posibilidad de adquisición de derechos por parte de una operadora y que abría el terreno a que todas las televisiones pudieran tener acceso a parte de los dones del cuerno de la abundancia: el fútbol.
Junto con esa ley se habló ¿os acordáis? Del “multicript” y del “simulcript”, parto cuyo único objetivo era torpedear a Canal + y a Polanco para que la posesión de un sistema de descodificación no impidiera ver la señal de la otra operadora. Cascos fue de mentira en mentira y de vergüenza en vergüenza para complacer a su señorito, Aznar, y a los amigos de su señorito, Pedro J. llamado a ser la reina madre del invento multimedia de Telefónica y que estropeó su aparición estelar en un video de negro recuerdo.
Este país ha hecho locuras en el terreno de los medios; los gobiernos han sido amantes paranoicos de las ondas hertzianas y de la imagen: han pagado su autobombo con el dinero de todos y ahora, cuando todos debemos pagar el destrozo de la TVE, las privadas quieren que, además de no tener publicidad, las televisión pública tenga y no les quite la máquina de hacer dinero: la audiencia. El negocio de la TV es sencillo: se basa en poner precio a la cabeza de cada espectador y salir al mercado a vender esas cabezas cautivas.
Si al TVE capta audiencia, es dinero que les quita de las manos. Luego, cuando la TVE no tenga audiencia, será el momento de lanzar el último torpedo y preguntar ¿como es posible que tan poca audiencia y tan poco interés nos cueste tanto dinero? Y habremos conseguido cerrar la TVE pública y regalar el negocio a Berlusconi. Estupendo, si señor.
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