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miércoles, 16 de febrero de 2011

Islam y convivencia animal

Gato disfrutando del respeto que le otorga el Islam.

Leo en minutodigital.com, y me imagino que será, como casi todo lo que este “algo” publica, o exagerado, o inexacto o directamente mentira, que los islamistas de Lérida “Consideran que el Consistorio leridano debe regular la presencia de perros en la vía pública y en determinadas instalaciones municipales para “no ofender a los musulmanes”.
Si hago caso de la intención del que escribe y reacciono como me pide la víscera, la tenemos liada, pero me gustaría darle una vuelta al tema y hacer una pirueta que eluda el taco, el exabrupto y posturas semejantes, así que vamos a la tema.
Hace un par de años, huyendo de los villancicos, compras navideñas y demás tradiciones que me ponen al borde de la depre y de la melancolía, toda la familia estuvo de paseo por Marruecos para llevarnos, entre otras muchas, la sorpresa de encontrarnos con un montón de amables, cariñosos, dignos y muy bien tratados gatos que convivían con los humanos de toda clase y condición seguros de ser bien recibidos. Acostumbrado a que los gatos españoles, enseñados ellos, se hacen humo nada más ven la intención de fijarte en ellos, la conducta de estos verdaderos señoritos era, además de agradable y gratificante, muy didáctica.
España jamás ha considerado al gato como animal doméstico, status que compartía con el perro, al que, de mala gana, hemos dejado trabajar para nosotros. No somos un ejemplo en la cuestión general de buen tarto a los animales y yo mismo, colaborando con la ONCE, he tenido alguna bronca al intentar convivir con un cachorro en pleno periodo de adiestramiento. Desde autobuses hasta restaurantes, pasando por recintos colectivos o centros comerciales, fueron muchas las personas a las que me tuve que enfrentar para explicar que un futuro perro guía tenía todo el derecho legal a estar conmigo. Reconocido este déficit, pasemos al segundo punto.
Decían algunos árabes cultos y entregados a su belleza, que Alá creó al gato para que el hombre conociera el placer de acariciar al tigre. Esa afirmación, junto con la historia de la manga del albornoz del yerno del profeta, cortada para no interrumpir la siesta de un gato, ha hecho, junto con su maestría para cazar roedores que se comían las cosechas, que el gato sea querido, respetado y mimado en todos los países del islam.
Hoy, en esa España que todavía se estremece con el video del sádico torturador de cachorros, se empieza a generar una cierta sensibilidad hacia el buen trato con los animales, de manera que lo que me sugiere la noticia es un intercambio: ellos aprenden a comprender el valor de nuestros perros –que ya no están afectados de rabia y parasitosis como los perros que convivieron con el profeta – y el placer de pasear y convivir con ellos y nosotros aprendemos a querer y respetar a nuestros gatos tal y como ellos han hecho durante siglos. Nosotros más tranquilos y nuestros perros y gatos más cerca del sitio que nuestro respeto les otorga y su bondad merece.
Ahora bien, si es verdad, que les vayan dando: si no les aguanto la coña de los burkas, su desprecio por la mujer, las gilipolleces relacionadas con el jamón y otras monsergas; como me toquen el tema de los perros, la terminan de joder, que ya está bien, coño. Y no me quiero calentar...

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