Foto de satélite en la que s epuede ver la errática trayectoria del Prestige durante la crisis. Luego Cascos y Rajoy dirían que
"estaba todo calculado"
Leo en El Mundo que el juzgado de Corcubión ha terminado con los 190 tomos de la instrucción del caso Prestige y que empieza el baile para determinar las fechas del juicio oral. Como siempre, los tiros y las collejas acabarán cayendo en las cabezas de los menos culpables: el director de la marina mercante y el capitán, cuya frustración debe ser de las que hacen época.
El primero debe ya saber lo que le espera a la vista del ejemplar comportamiento de Trillo en el caso Yak 42, dejando a sus subordinados listos para el tiro de gracia y sin el más mínimo apoyo o cobertura. Cascos, hoy presidente del Principado, se guardará muy mucho de reconocer que las órdenes fueron suyas; que estaba encantado cuando consiguió alejar al barco de las costas gallegas y pudo decir aquello de "el problema lo tienen los portugueses", avance del concepto de la responsabilidad que puede lucir el caballero ante el tribunal si es que es llamado a declarar.
En cuanto a Rajoy, ni sabía entonces ni contestará ahora a pesar de haberse responsabilizado del llamado "comité de crisis" que nos dejó pegados al techo al saber que la cosa "era poco más o menos una cuestión de cuatro hilillos como de plastilina" pero que nada de preocuparse, por favor. De Aznar, que jamás se dignó ver el estado de las costas, mejor no hablar.
Si alguien sigue diciendo que la política es desagradecida, que recuerde este caso: Aznar colocadísimo de consejero del editor que consiguió degradar el periodismo usando métodos criminales; Cascos presidente del Principado y Rajoy a las puertas de ser Presidente del Gobierno tras el 20 N.
Del segundo, el pobre Apostolos Mansouras, que debió vivir aquellos días en un estado de alucinada perplejidad intentando salvar su barco y meterlo en algún sitio donde descargar sus bodegas, poco que decir: te van a laminar, compañero, que ni tu armador ni las compañías de seguros dan un euro por tu cabeza.
En resumen y con todo respeto: ¡manda cojones!
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