Llega el IV Reich marcado por la esclavitud económica de las masas.
Tomo la denominación prestada de los comentarios de Paloma Álvarez en Twitter que asegura que la democracia ha muerto y ha llegado el IV Reich: los mercados. La idea es muy atractiva y pone de manifiesto algo que de lo que ya había hablado en estas entradas y que hace referencia a la carencia de alternativas. Al igual que en las dictaduras, se nos está bombardeando con la idea de que sólo hay un camino, una salida, una salvación que nos llega a través de la claudicación frente a...¿los mercados? ¿Y qué significa eso? ¿Alguien conoce a ese individuo? Si queremos matarlo, ¿a quién matamos? Si queremos amarlo ¿a quién reverenciamos? ¿Al dinero?
Nos enfrentamos a un ente fantasmal y escurridizo; a una multiforme sombra que acaba por conformar un enemigo monstruoso cuya vida se ha enredado en nuestras vidas y no podemos acabar con él sin acabar también con nosotros mismos. Es un enemigo infeccioso cuya corrupción hace que no podemos amputarnos el miembro enfermo: deberíamos poder prescindir del corazón para poder acabar con el dinero.
Como a los glotones que sucumben a la ingesta por la ingesta, el dinero se ha adueñado de nuestra voluntad colectiva y ha parasitado el cerebro social para que no veamos otra opción. Somos como esos caracoles infectados por el parásito que les obliga a exponerse y convierte a sus cuernos en un jugoso gusano palpitante que atrae al pájaro en que completar el ciclo de su vida.
Estos mercados, entes informes que han cambiado la industria, la creación de riqueza y el trabajo por la especulación asesina, son parásitos, entes deleznables que deberíamos poder erradicar de nuestro cuerpo social sin cortarnos la cabeza en un acto suicida.
Estos mercados se han convertido en el dictador fantasma, en ese IV Reich que, por intangible, todavía no somos capaces de aislar y exterminar. Debemos luchar y encontrar la cura que abra la puerta de la libertad y derrocar al IV Reich: nos va el futuro en la lucha, ni más ni menos.
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