Pues eso, que a la tierra como que lo de Grecia le es igual.
Mientras Europa mira hacia Grecia con los pelos de punta y todos hablamos de democracias, referéndums, primas de riesgo, diferenciales de deuda -todas esas cosas de las que no tenemos ni repajolera idea- y demás palabros que las consecuencias de la estafa han instalado en nuestras vidas, la tarde se venía arriba, se gustaba y se ponía de otoño y oro para demostrar que al mundo nada le importa.
Hoy, mientras para algunos "twitteros" (thelostdreamer dixit) la cosa se ponía "de mantita y Cola-Cao", a mi me ha dado por disfrutar en la moto de esas primeras sensaciones del "cocooning" (repito para los nuevos: tener todo el equipo puesto y dispuesto a que te caiga la mundial encima y que ni te enteres; sea agua, frío o lo que venga) mientras los colores del otoño en las arboledas contrastaban sobre los violetas del cielo encapotado. Una verdadera maravilla de colores y sensaciones, pues el aire cargado de olores y, por fin, humedad se ha sumado a la fiesta para que nada faltara.
¿Dónde está la verdad? En las prisas por intentar salvarse de la quema de este absurdo especulativo o en la indiferencia de la naturaleza que pasa por encima de nosotros sin inmutarse, como sabiendo que pasaremos como pasaron tantas cosas antes de nosotros sin poder cambiar volcanes, continentes o terremotos.
Nos hemos alejado tanto de lo que de verdad es importante, de lo que es esencial, que ya no sabemos volver al camino original. Hemos hecho de un absurdo crecimiento la razón de nuestras vidas y en ese crecimiento reptiliano sólo hay explotación, miseria, dominación y vanos deseos insatisfechos que amargan el alma y la convivencia.
Nosotros seguiremos mirando a Grecia y a nuestros problemas y los vientos seguirán portando olores, lluvias, nubes, colores, y una canción olvidada que ya nos somos capaces de entender. ¡Hay que joderse, qué mal lo hacemos!
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