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jueves, 3 de noviembre de 2011

Los fantasmas vuelven

Esta foto, aparecida en El Mundo en los primeros días de la guerra de Irak, resume perfectamente la realidad de TODAS las guerras.

Hoy, cuando en Francia se mantienen calientes los escombros de un incendio provocado por integristas y Netanyahu presiona a diestro y siniestro a sus aliados, fuerzas armadas y parlamento para bombardear Irán, los viejos fantasmas resurgen con fuerza y me acuerdo de otra acción de guerra; aquella que debería traernos democracia, libertad, estabilidad y no se cuantas cosas más y que, en cambio, nos ha dejado un horror sin límites.
En aquellos días fue Aznar el que actuó de palanganero en las Azores y alguno de su gobierno dijo algo sobre el precio de la gasolina. Que nadie se olvide que en la foto queda claro el precio de la guerra - de todas las guerras - y que siempre, siempre, cualquier amenaza de guerra nos encuentre al lado de la razón, el derecho y la más absoluta intransigencia con el uso de la fuerza.
Hoy recupero un escrito antiguo dedicado a Aznar que tiene plena validez para cambiar el nombre y poner el que corresponda a la barbarie del momento. NO A LA GUERRA aunque sea a su amenaza. ¿Cómo se puede dormir habiendo sido el causante de cosas como ésta? Lo ignoro, de verdad.
 HABLE CON ELLA

Hable con ella, Sr. Aznar,  y dígale que su  tragedia tiene justificación, que la liberación de su tierra no puede hacerse sin “daños colaterales”, que  con la victoria su vida será mejor y la risa volverá a su rostro cuando juegue con sus amigas en una  tierra liberada.
Hable con ella, Sr. Aznar, y cuéntele la verdad: dígale que sus muñones, como sangrientos arados, abrirán una tierra más libre y más fértil por el abono de su sangre. Explíquele que su sacrificio tiene sentido y que Vd., que conoce la verdad, lo puede explicar de una manera racional.
Hable con ella, Sr. Aznar, y asegúrele que puede descansar tranquila como Vd. descansa todas las noches, con el feliz sueño de la justicia y la tranquilidad moral; dígale que toda lucha necesita víctimas para ser más grande, pero que el fin justifica los medios.
Hable con ella, Sr.Aznar, y demuéstrele la necesidad de su dolor y de su espanto. Seguro que ella entenderá que su vida no cuenta y que con generosidad ofrecerá sus piernas por la causa. Seguro que su inocencia no buscará injustificados argumentos pacifistas para intentar conservar la integridad de su cuerpo. La infancia es generosa y nos enseñará a todos que unos pocos miembros no son nada, que sus vidas no son nada y que el sueño de libertad no tiene precio.
Hable con ella, Sr. Aznar, y desde su superioridad moral, ilumine su camino de dolor para que se convierta en la senda de esperanza que Vd. conoce tan bien y que los demás ignoramos.
Hable con ella, Sr. Aznar, y consiga que su tragedia se convierta en un concepto abstracto ajeno a nuestras vidas. Ella no debe permanecer en el recuerdo, la causa exige su olvido y su desaparición pues si permanece, la victoria no llegará nunca.
Hable con ella, Sr. Aznar, y hágale comprender que nosotros somos buenos, que nunca podríamos entender su dolor y su miedo; que sólo somos  personas que ignoramos la grandeza de los ideales que impulsan esta guerra. Si ella entiende, nosotros podremos seguir ausentes de la realidad y nuestra vida volverá ser normal.
Hable con ella, Sr. Aznar, y  cuéntele los secretos, los oscuros arcanos que rigen el destino de los pueblos; esos que sólo se le aparecen a Vd. en compañía de Bush y Blair y que tanto le enseñaron a Vd. mismo. Nosotros no sabríamos explicarle nada y no podríamos mitigar su dolor. Vd. sí puede.
Hable con ella, Sr.Aznar, y pídale que, por favor, salga de nuestras vidas. Que nos asegure que  sus miembros retoñarán alados de savia sin otoño, que nuestras noches volverán a ser el hogar de nuestros sueños, esos sueños que amenazan con abandonarnos para siempre ahuyentados por el espanto de sus gritos.
Hable con ella, Sr.Aznar, y que nos permita volver a vivir una primavera esperanzada y nueva sin el recuerdo de su sangre. Que el sol pierda el tono rosado y negro de la herida y la destrucción implacable de muchos como ella.
Hable con ella, Sr.Aznar, Vd. que puede y que tiene la convicción para poder hacerlo. Yo sólo puedo llorar y refugiarme, espantado, en el recuerdo de tantas risas perdidas, de tantas vidas que nunca podrán ser y de tantos niños que sólo tienen el miedo para llenar sus vidas.
Hable con ella, Sr. Aznar: yo sólo puedo llorar y llenar mi vida con su dolor.

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