Un Papa que las vió venir y al que hicieron poco caso, la verdad.
Leo una frase del papa Juan XXIII como respuesta a un borrador presentado por uan de las muchas comisiones del Concilio que él mismo había hecho explotar, expresión más adecuada que la de “convocar”: “Quince centímetros de condenas y solo dos centímetros de alabanza. ¿Acaso es esta la manera de dialogar con el mundo contemporáneo?'
Cuando alguien es inteligente, tiene sensibilidad y convoca a los suyos en un proyecto de puesta al día, se da cuenta perfectamente de que una institución que se dedica con denuedo a condenar, prohibir, anatemizar y excluir, es un organismo enfermo de exclusión y de algo mucho peor: soberbia.
Viene esto a cuento de la enorme soberbia que demuestra nuestra conferencia episcopal al relacionarse con la sociedad española, alejada cada día más de meapilas y beatas de rosario, sacristía y ropero y cercana a la solidaridad, la sensibilidad por la justicia, la igualdad y otros valores que, siendo universales y compartidos, la Iglesia desea formatear a su capricho para excluir y demonizar a todos cuantos no se doblegan a su capricho, liturgia y sumisión.
La Iglesia española no es la iglesia de los cinco millones de parados, de los miles de desalojados por los bancos ni de los mineros, no. La iglesia española se abraza al poder y recibe a Mariano en la catedral de Santiago para colaborar a no se sabe bien qué, es la Iglesia que recibe alborozada la mantilla de Cospedal en el Corpus y que celebra misas bajo la bandera del aguilucho al son del Cara al Sol.
A la Iglesia española el concilio le vino grande y se ha instalado en la reacción. Que luego no se quejen.
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