Un delito que ha dejado rastros
La ministra Báñez ha conseguido impregnar de desvergüenza y encubrimiento culpable a todo el gobierno. Una vez más, nuestra clase política muestra su peor cara a la hora de dar ejemplo a la ciudadanía y en lugar de asumir responsabilidades o hacérselas asumir a quien corresponda, cierra filas y su vicepresidenta asume un delito como parte de la normalidad.
Señores del gobierno: lo que parece haber hecho la ministra de trabajo no es un error, ni siquiera es una falta: directamente es acusada de un delito que no puede ser justificado o protegido. Se han publicado los suficientes datos como para que se hayan tomado medidas radicales: o se pone una querella contra El País que evite el cese fulminante a la espera de sentencia o la fiscalía entra de oficio. En el primer caso, es posible que si el juez sentencia contra la ministra, el caso termine por implicar al presidente contagiado por protección y en el segundo, la cabeza de la ministra debería adornar virtualmente la galería de caídos por la causa.
La clase política de este país ha putrefactado la moralidad social y es directa responsable de la desvergüenza que reina en todos los estamentos públicos y privados. Son ellos, los políticos, los abanderados de la mierda, del delito, de la inmoralidad, de la desvergüenza y de una falta de decoro que es lamentable.
Vuelvo a decir: la Ministra Báñez no es del PP, engorda la inacabable lista de corruptos, inmorales y desahogados que sólo pertenecen a las sentinas y a las cloacas donde habitan aquellos que deberíamos expulsar de nuestras vidas y que han creado un club de inmorales a su propio servicio.
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